Poemas de Francisco Pino para leer.
Sobre el poeta Francisco Pino [occultar]
En silencio
como el río,
en silencio,
largamente
como el chopo,
largamente,
por tu amigo
el enemigo,
por tu amigo
vas a llorar
te lo digo
en silencio,
lar
ga
mente.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Así, prendido de la espesa rama
como a nuevo Absalón me viste atado.
Oh espesa rama que me tiene alzado
a un viento vivo que ternuras brama.
Oh viento! ¡Oh toro! ¡Oh llanto! ¡Oh luna! ¡Oh llama!
que a mi cuerpo con saña has castigado;
ya como vaso, de dolor sobrado,
mi corazón sangrando se derrama.
¿De qué torturas dulces eres río,
árbol crecido en tierras de desvío,
cielo con ramas de sutil locura?
Espero muerte viva, fuego frío,
de tu lanza de fino desvarío;
clavado corazón: dicha insegura.
Solitario campo.
Me encuentro conmigo.
Soy mi descampado.
Solitario cielo.
Me encuentro conmigo.
Soy mi desanhelo.
Solitario alud.
Me encuentro conmigo.
Soy mi multitud.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Has de quedar, así, dominadora
del tiempo y muy presente, aunque recuerde;
yo te digo, mujer, que no se pierde,
si fue de hermoso amor, ninguna aurora.
Como ahora has de quedar; no en otra hora;
los mismos años en tus ojos verdes;
las mismas primaveras que ahora muerdes
morderás para siempre como ahora
Porque la gloria de tu edad señala
como un ala en el aire, como un ala
un peligroso azar que no peligra.
No pienses que caerás en la memoria.
En gloria de verdad no cabe historia.
Juventud con amor jamás emigra.
¿Quién ha escrito en tu frente esas leales
frases tan misteriosas, tan oscuras?
Fronteras para el nácar, nervaduras
de ónice en unos cielos aurorales.
¿Qué dicen, qué dirán esas geniales
de dos noches curvadas miniaturas?
Palabras bien trazadas, bien seguras
como dos de azabache arcos triunfales.
¿Firmas son o son sombras o son rejas?
Sólo sé que un dios niño entre esas cejas
se debate en prisión, ¡rejas morunas!
¿Qué firman? ¿Qué sombrean? ¿Qué aprisionan?
iQué importa! ¡Para el cielo que coronan,
blanco y verde, ellas son dos negras lunas!
Cicatriz de los hálitos; censura
como trémulo párpado; un rocío
del insomnio esculpido, tu cintura
de diminutas flores albedrío.
Es, tu cintura, tálamo de un río
exhausto en un suspiro sin holgura
-un gorjeo, una lágrima y un brío-
de minúsculos besos mordedura.
Su corriente me arrastra arrolladora,
nardo angustiado de sedosidades,
donde el pistilo es sol, dedal la aurora.
Son huellas de jilguero sus edades
y en un copo de nieve arde su flora
compuesta de rubor de eternidades.
Flotar;
no se tiene la sensación de flotar.
Pero cuando recordamos fluidamente,
pero cuando no recordamos fluidamente;
en las horas en que dormidos;
allá, a la deriva,
allá, en la calma corriente de un río...
Nuevamente en la ribera, entre los verdes juncos descansa mi corazón.
¿Qué mano le acercará?
¿Qué mano se le acercará?
¿Por donde ha venido mi corazón?
Flotar...
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Méquina dalicada
máquina delicada
lo infernal celestial
el arúspice el nilo
de donde viene todo
adonde corre todo
el error el milagro
la espuma esa simiente
Justamente lo justo
la poesía siembra
cien mil niños un viejo
Sal la sal esa gracia
¡Dos erratas! ¿Edén?
un azul esa noche
el sembrado el barbecho
¡Máquina delicada!
el punto el corazón
redondez esa mota
el polvo y el ombligo
¡Méquina delicada!
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Nadie supo cuán quise yo a este sitio
aunque este sitio sea tan extraña
nada. Le amé tan mucho y tan extraña-
mente que un día supe que este sitio
menos que pompa se venía a nada.
En el cosmos, lo sé, nada es el sitio
donde quise quedar. Y en este sitio,
que no es nada, quedar es no ser nada.
Flor de zarza en el orbe es este sitio,
sitio que dura tanto cuanto dura un junio
un mes o quizá menos; justo sitio
y justo tiempo; el de este extraño junio
que un granizar de pronto le hace un sitio
para otra flor de zarza en otro junio.
¿Qué importa cuanto no es azul o rosa,
pequeño violeta o rojo suave?
¡Ay, lo que pasará, tal vuelo de ave,
conmueve la mirada más ansiosa;
lo que no volverá!... Tan nimia cosa
como el rubor de un rostro, que se sabe
que se habrá de olvidar, con la más grave
emoción sella el alma. ¡Oh generosa
luz del olvido y de la muerte: sombra
que da el volumen lírico a la vida,
nimiedad por la que el vivir asombra!
Di, en lo que ya no volverá ¿no anida
el porvenir más grato? ¿No se nombra
con lo que muere toda nuestra vida?
¿Habrá algo más hermoso que quedarse sin huellas?
Sólo el pájaro sabe de esta gracia
y el horizonte aquel que de la luz se arranca
sin dolor, con un leve marcharse ajeno al tiempo,
al calendario triste que siempre deja huella.
Andar, andar, andar esperando que un día
la tierra no nos sienta; querer la lejanía
donde el hombre se evade de los ojos.
¿Así será la muerte? Si es así será dulce.
Diluirse en el aire, ser el después sin rastro
de una nube. Y andando seguir y ver la tierra,
al fin sin nuestras huellas, con nuestros propios ojos.
¿Dónde está la voz del aire?
Tú la escuchas. Es silencio.
Sus palabras son las nubes,
la luz y el viento sus verbos.