Poemas de Francisco Nájera para leer.
Recordaré tus brazos y tu vientre de silencios,
Tu espalda desnuda, voraz espuma para mi soledad,
Y tu pecho, adorable fuente de mi vacío
¿Pero qué digo, si es el silencio mi avatar,
Tu suspicaz codicia, ahora
Que sobre tu vientre, mi lengua se abandona
Muda?
Poemas cortosPoemas y poetas guatemaltecos
empezar de nuevo y siempre empezar
sin final que lo espere
repetir las palabras repetidas
aumentar incesante los sonidos
olvidando
que lo dicho ya se ha dicho
y lo callado es el silencio
y repetir de nuevo
buscando soles e inventando estrellas
diciendo
ésta es la palabra y este su silencio
y lo que queda es la memoria y lo que triunfa
es el olvido
y repetir repetir
sabiendo que lo dicho ya se ha dicho
y lo callado es el silencio
fatigado adolorido
atrapado en la jaula que lo encierra
jaula de sonidos
prisión de palabras
angustiosas inútiles pueriles
palabras repetidas
empezar una vez más
En soledad bombea el agua, un chorro
que cae con un amargo rumor
en el arroyo, y orina bajo las estrellas
de esa su noche transparente y lisa.
Luego vuelve a subir las escaleras
caminando despacio, como ladrón.
Y aunque aún no lo entiende, lo atormenta
ya ese loco sin Madre que le devora la
lengua y le muerde mientras le
desgarra el corazón.
Poemas cortosPoemas y poetas guatemaltecos
Gracias Señor
-dice en voz baja-
por haberme dado todo lo que de ti
puede esperar un hombre en la tierra:
la angustia y el dolor, el horror
y la risa, la locura...
y la voluntad.
Y por haberme prometido, además, la muerte.
Poemas cortosPoemas y poetas guatemaltecos
Allá donde el sol es su sombra
y la tierra ya no es sino imagen;
donde el cielo refleja al abismo
y los mares se llenan de estrellas.
Allá donde la memoria calla y la imaginación
cesa.
Donde la palabra muere.
Allí
¡Poema!
Poemas cortosPoemas y poetas guatemaltecos
A solas y ya en mi habitación lo recuerdo.
Lo veo a mi lado nuevamente, la sonrisa cálida
y dulce la mirada. Recuerdo el olor a tabaco
que escapa de su boca
y sonrío.
Cómo quisiera poder, al extender los brazos, tomar-
le la cintura, sentir el calor de su cuerpo contra el mío,
sentir sus mejillas,
en las que la barba apenas si es promesa,
contra mi boca ardiente de caricias:
sentirle palpitar entre mis brazos cuando,
muy suavemente,
le susurro en el oído mi ternura y mi deseo.
Pero esta soledad de ahora es tan exacta
como la imagen que de él evoca la memoria,
y en ella el recuerdo de su cuerpo se repite,
eco de esa voz que ahora se me escapa para siempre
Y he de esconder entonces las manos para evitar
que se quiebren cual palomas angustiadas,
y me he de morder los labios para ahogar el gemido
que al escapar me desgarra la garganta,
y en el vacío de esta habitación a solas
sólo puedo dejarme caer sobre la cama,
vacía ahora,
mientras la memoria se desnuda más y más de su recuerdo
hasta quedar únicamente este dolor que me atravieza con su rabia
y con su angustia,
con su temor,
con su impotencia.
Yo he usurpado su lugar y he conocido el secreto.
Lo he entendido sin, sin embargo, llegarlo a revelar.
Ha sido solamente nuestro. Esta inmovilidad
que nos lanza contra las rocas y la soledad,
como las aguas en la tempestad, como las arenas
en la tormenta.
Yo he usurpado el secreto. Lo he arrebatado ignorándolo,
abriendole mi corazón sobre el puño de las manos.
He descubierto esta soledad que nos impulsa a ir y a ir
contra las aguas, entre esta oscuridad que las palabras
quisieran repudiar, hacer retroceder, pero a nosotros
no nos ha sido concedido tal gozo, tan pequeña felicidad.
Yo he conocido su secreto. Y he llegado a usurpar ese puesto.
Lo he recibido sin conocerlo. Lo he revelado sin hacerlo mío.
Ha sido solamente esta inmovilidad que nos impulsa a ir más
y más allá. Ha sido unicamente este silencio.