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Francisco Brines

Francisco Brines

España: 1932-2021

Poemas de Francisco Brines para leer.

Francisco Brines: El curso de la luz

Trajo el aire la luz,
y nadie vigilaba, pues la robó en el sueño,
se originó en las sombras,
la luz que rodó negra debajo de los astros.
Casa desnuda, seno de la muerte,
rincón y vastedad, árida herencia,
vertedero sombrío, fértil hueco.

Tú estás donde las cosas lo parecen,
donde el hombre se finge,
ese que, a tus engaños, da en nombrarte
respiración, fidelidad.
Llegas hasta sus ojos,
y en ellos reconoces el nido en que nacieras,
piedra negra que está ignorando el mundo,
y ahondas tu furor, con belleza de rosas
o valle de palomos
o dormidos naranjos en la siesta del mar,
y agujeros callados se los tornas.

Débil es el sepulcro que así eliges,
no dura allí tu noche,
y vuelves a tu oficio, criatura inocente,
y esos que te aman lloran,
pues dejas de ser luz para llamarte tiempo.
nos tejiste con esa luz sombría
de tu origen, y en la carne que alienta
dejas el sordo soplo del olvido;
no es tu reino la humana oscuridad,
y en desventura existes.
Llega a ti el desconsuelo, la desdicha,
resignación del fuerte, y aun rencor,
y así nos acabamos:
extraño es el deseo de esa luz.

Extingue tu suplicio, ciega pronto;
si recobras la paz, no nos perturbes.

Poemas y poetas españoles

Francisco Brines: Despedida al pie de un rosal

Si no hay conocimientos en las cenizas
dejémoslas caer en la belleza frágil
de este rosal que tiembla en el otoño.

¿Amar, qué significa, si nada significa?
Huésped del tiempo esquivo, desnudo ya de mí,
retener el raído esplendor de la existencia
que una vez creí mía,
antes que, apresurado,
me ciegue en el reverso de esta luz.
Y aguardar esta espera sin alguna esperanza,
sentir la fe de nada, pues soplé en las cenizas
y nada hay fuera de ellas:
tan sólo amar, sin pensamiento alguno,
el declinar pausado del Engaño.

Arde extraña la vida, como si contemplase
en mi extinción la ajena,
y no puedo apartar los ojos de su fuego.

Canta en el aire un pájaro,
el pájaro invisible de mi infancia,
el que entonces cantaba ya sin vida.

Arde una brasa aún al pie de este rosal
y no quema mi mano.
Cuánto olor en el aire, y el aire se lo lleva.

Poemas y poetas españoles

Francisco Brines: El dolor

La niña,
con los ojos dichosos,
iba -rodeada
de luz, su sombra por las viñas-
a la mar.
Le cantaban los labios,
su corazón pequeño le batía.
Los aires de las olas
volaban su cabello.

Un hombre, tras las dunas,
sentado estaba,
al acecho del mar.
Reconocía la miseria humana
en el gemido de las olas,
la condición reclusa de los vivos
aullando de dolor,
de soledad, ante un destino ciego.
Absorto las veía
llegar del horizonte, eran
el profundo cansancio del tiempo.

Oyó, sobre la arena,
el rumor de unos pies
detenidos.
Ladeó la cabeza, pesadamente
volvió los ojos:
la sombría visión que imaginara
viró con él, todavía prendida,
con esfuerzo.
y el joven vio que el rostro
de la niña
envejecía misteriosamente.

Con ojos abrasados
miró hacia el mar: las aguas
eran fragor, ruina.
Y humillado vio un cielo
que, sin aves, estallaba de luz.
Dentro le dolía una sombra
muy vasta y fría.
Sintió en la frente un fuego:
con tristeza se supo
de un linaje de esclavos.

Poemas y poetas españoles

Francisco Brines: Epitafio romano

«No fui nada, y ahora nada soy.
Pero tú, que aún existes, bebe, goza
de la vida..., y luego ven.»
Eres un buen amigo.
Ya sé que hablas en serio, porque la amable piedra
la dictaste con vida: no es tuyo el privilegio,
ni de nadie,
poder decir si es bueno o malo
llegar ahí.
Quien lea, debe saber que el tuyo
también es mi epitafio. Valgan tópicas frases
por tópicas cenizas.

Poemas cortosPoemas y poetas españoles

Francisco Brines: Esplendor negro

Sólo una vez pudiste conocer aquel Esplendor negro
e intermitentemente recuerdas la experiencia con vaguedad,
aproximaciones difusas, inminencias,
y así, desde tu juventud, arrastras frío,
un invisible manto de ceniza escarlata.
Y no fue necesario cegar los ojos,
pues de las luces claras de los astros
llegó el delirio aquel, la posibilidad más exacta y sencilla:
en vez de Dios o el mundo
aquel negro Esplendor,
que ni siquiera es punto, pues no hay en él espacio,
ni se puede nombrar, porque no se dilata.
Valen igual Serenidad y Vértigo,
pues las palabras están dichas desde la noche de la tierra,
y las palabras son tan sólo expresión de un engaño.
Volver al centro aquel es ir por las afueras de la vida,
sin conocer la vida, un inmundo imposible,
pues sólo el no nacer te pudiera acercar a esa experiencia.
Crear la inexistencia, y su totalidad,
no te hizo poderoso,
ni derramó tu llanto, y nada redimiste.
La misma incomprensión que contemplar el mundo
te produjo el terror de aquel Esplendor negro,
y aquel desvalimiento al cubrirte las sábanas.
Insistencias en Luzbel

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Francisco Brines: No hagas como aquel

Divinizó a Antinoos.
y así, ayudado en la plegaria ajena,
lo pudo retener en el recuerdo,
mantuvo su dolor.
Al fin, sólo mendigo y hombre.

Sé más pagano tú, y advierte que la vida
tiene un destino cierto: sólo olvido,
y si piadosa obra: Sustitución.
Es el azar origen del amor,
y el camino azaroso, y un golpe del azar
lo acaba pronto. Si tan ruda
es la vida, tan incivil el sentimiento,
tan injusta la pena,
y en ello no hubo enmienda con los siglos,
no hagas tú como aquél,
no pretendas hacer digna la vida:
tan torpe tiranía
no merece sino tu natural indiferencia.

«Aún no» 1971

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El más hermoso territorio: Poema de Francisco Brines en español fácil de leer

Francisco Brines: Ladridos jadeantes en el césped

Ladridos jadeantes en el césped
le hacen mirar, con el calor el día
va rodando a su fin y de las rosas
sube un olor, y una inquietud constante.
En el silencio rueda la alegría
súbita de los perros. Y él entiende
esa felicidad, el desvarío
que ellos muestran. Hermosa fue la vida
cuando el cuerpo era joven, y el deseo
la costumbre inicial de cada hora.

Un aire corto llega desde el mar
y ha alargado la sombra de los montes.
Echa su vida atrás, desnuda el cuerpo
delante de otro cuerpo, y unos ojos
le buscan y él los busca.
En el amor era veloz el tiempo,
iba pronto a morir, y en vano el joven
pensaba detenerlo, se soñaba
vencido en la vejez y desamado.
Entonces su victoria
era querer aún más, con mayor fuerza.

Mira, desde su frente, con los ojos
fijos la línea de los montes, áspero
muro de plata que en el mar se hiela.
Ya no lucha la tarde y se hace rosa
la luz en su cabeza pensativa.
Llegan, desde el camino, frescas voces
llamándose. La casa, oscurecida,
se ha perdido en los árboles, y él oye
el dulce nacimiento del amor,
escucha su secreto. Ya de nuevo
vive su corazón, y el hombre tiembla,
siente cargado el pecho, y apresura
un llanto fervoroso.

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Francisco Brines: Lamento en Elca

Estos momentos breves de la tarde,
con un vuelo de pájaros rodando en el ciprés,
o el súbito posarse en el laurel dichoso
para ver, desde allí, su mundo cotidiano,
en el que están los muros blancos de la casa,
un grupo espeso de naranjos,
el hombre extraño que ahora escribe.
Hay un canto acordado de pájaros
en esta hora que cae, clara y fría,
sobre el tejado alzado de la casa.
Yo reposo en la luz, la recojo en mis manos,
la llevo a mis cabellos,
porque es ella la vida,
más suave que la muerte, es indecisa,
y me roza en los ojos,
como si acaso yo tuviera su existencia.
El mar es un misterio recogido,
lejos y azul,

y diminuto y mudo,
un bello compañero que te dio su alegría,
y no te dice adiós, pues no ha de recordarte.
Sólo los hombres aman, y aman siempre,
aun con dificultad.
¿Dónde mirar, en esta breve tarde,
y encontrar quien me mire
y reconozca?
Llega la noche a pasos, muy cansada,
arrastrando las sombras
desde el origen de la luz,
y así se apaga el mundo momentáneo,
se enciende mi conciencia.
Y miro el mundo, desde esta soledad,
le ofrezco fuego, amor,
y nada me refleja.

Nutridos de ese ardor nazcan los hombres,
y ante la indiferencia extraña
de cuanto les acoge,
mientan felicidad
y afirmen inocencia,
pues que en su amor
no hay culpa y no hay destino.

Poemas y poetas españoles

Francisco Brines: Lastimoso enamorado

Quejoso, lastimero, en la lívida
luz del día, me topas. De la noche
tú regresas cadáver, y apresuras
tu inanidad: tiemblas, lloras, maúllas.
Anegados están de tu miseria
caudalosa, amigos y enemigos.
Tú que eras sordo, y digno, y dominabas
la carne y el espíritu, ridícula
muestras ahora tu figura, la edad,
tu lujosa experiencia. La ufanía
del gesto y la conciencia se te mustian.
El amor te degrada, e incomprensible
si pienso en quién lo causa, fiel reflejo
del sol que sois. Pues ya no crees en Dios,
por amor de tu dama hazte ermitaño,
hasta que cures tú, y mis orejas
no tapones con roncos estertores;
pues no viví tu gloria, yo no viva
tal bosquejo de infierno. ¡Al desierto!,
y regresa de allí como tú eras:
odioso y suficiente; sólo elijo
el mal menor. Con estimarte poco,
me puede divertir tu erecta cresta,
pero vencido, no; busco piedad,
e impío soy para el aburrimiento.

Poemas y poetas españoles

Francisco Brines: Madrigal nocturno

Tus nocturnos cabellos de oro, racimillos de uva,
vericuetos de la paciencia y asombros del espejo,
¿cómo usar de ellos, pues que sin pensamiento, aún vano,
existen?

Tentación de la mano, si no desenredara presas plumas
de siniestras aves: encanalladas risas
callejeras, gestos mohines, escándalos domésticos;
tentación de los ojos, para enjugar sus blandos hilos
el apócrifo llanto de un alba más cercana,
con más copas bebidas;
ardiente tentación de hacer caer en ellos
el tedio de las horas, la dormida ceniza del cigarro.

¿De qué podrá servir, en esta noche, tu artificiosa adolescencia?

Poemas y poetas españoles

Mere road: Poema de Francisco Brines en español fácil de leer

Amado NervoFederico García LorcaGabriela MistralGustavo Adolfo BécquerJorge Luis BorgesLuis de GóngoraMario BenedettiOctavio PazPablo NerudaRosalía de CastroSan Juan de la CruzSor Juana Inés de la Cruz