Temas Poetas

Fabio Morábito

Poemas de Fabio Morábito para leer.

Fabio Morábito: Oigo los coches

En la mañana oigo los coches
que no pueden
arrancar.
A lo mejor, entre los árboles,
hay pájaros así,
que tardan en lanzarse
al diario vuelo,
y algunos nunca lo consiguen.
Me alegro cuando un auto,
enfriado por la noche,
recuerda al fin la combustión
y prende sus circuitos.
Qué hermoso es el ruido
del motor,
la realidad vuelta a su cauce.
¿Cómo le harán los pájaros
para saber en qué momento,
si se echan a volar,
no corren ya peligro?
¿Qué nervio de su vuelo
les avisa
que son de nuevo libres
entre las frondas de los árboles?

Poemas y poetas egipcios

Fabio Morábito: Pelambre

Qué hermoso debe ser
tener una pelambre,
ser homogéneos contra el frío,
sentir
como una cualidad intrínseca,
y no como tarea, la vida.
Sentir por la abundancia
de los pelos
que se está vivo para algo.
Qué hermosa una pelambre
espesa,
un corazón inalcanzable,
un corazón que está juntando
muerte,
un corazón que está alcanzándose,
una verdad que se abre paso.
Qué hermosa debe ser la muerte
de los osos,
Puntual c inevitable

en las cadenas de montañas
que cruzan a lo largo de su vida.
Hay siempre una montaña
que es la última,
una pendiente que no espera solución,
algo pendiente que se va con uno.

Poemas y poetas egipcios

Fabio Morábito: Pierino Sempio

Tal vez fue la manera que tenías
de abrirlos,
de sostenerlos con la mano
frente al grupo
y caminar por el salón leyendo
con voz pausada,
sin dar explicaciones para no romper
el ritmo del relato,
como si el ritmo fuera todo,
aún más que el hilo de la historia
(la mano libre que guardabas
en el bolsillo de los pantalones te servía
para voltear las hojas
y, de paso, reconvenir
golpeándolo en la nuca
a alguno que no oía-
después volvías a hundirla
en esa parte de tu traje,
el único que usaste en «toda la primaria),
lo que me descubrió cómo los libros
nos dan una postura,
una respiración distintas,
y escribo, más que nada,
para que un día los míos
se puedan sostener con una mano,
como sostenías los tuyos,
y sean legibles caminando,
la mano libre descansando en el bolsillo
y algo más libre descansando en uno
para poder seguir el hilo de la historia.

Poemas y poetas egipcios

Fabio Morábito: Si te revuelca la ola

a Sandra Suter
que se quedó nadando

Si te revuelca la ola
procura que sea joven,
esbelta, ardiente,

te dejará molido el cuerpo
y el corazón más grande;

cuídate de las olas
retóricas y viejas,
de las olas con prisa,

y la peor de todas,
de la ola asesina,

la ola que regresa.

Poemas cortosPoemas y poetas egipcios

Fabio Morábito: Para sentirse vivo

En la naturaleza
todo está de pie:
los árboles,
los pájaros que están
sobre los árboles,
las hojas que se estiran
para limpiarse de las ramas.
Y cada uno piensa que los otros
son el suelo.
Las hojas creen
que toda rama está acostada
y ciega,
los pájaros
que el árbol ya no crece,
que es una especie de ruina,
y el árbol cree
que no hay más árboles,
no cree más que en sí mismo.
Nadie soporta que el sustrato
en que se apoya
tenga una vida propia,
que no esté muerto,
extinto,
que sea ligero.
Para sentirse vivo
hay que pisar una desolación,
algo que ya no tiene nada
que decir.

Poemas y poetas egipcios

Fabio Morábito: A tientas

Cada libro que escribo
me envejece,
me vuelve un descreído.
Escribo en contra
de mis pensamientos
y en contra del ruido
de mis hábitos.
Con cada libro
pago un viaje
que no hice.
En cada página que acabo
cumplo con un acuerdo,
me digo adiós
desde lo más recóndito,
pero sin alcanzar a ir muy lejos.
Escribo para no quedar
en medio de mi carne,
para que no me tiente el centro,
para rodear y resistir,
escribo para hacerme a un lado,
pero sin alcanzar a desprenderme.

Poemas y poetas egipcios

Fabio Morábito: El viento, mas

El viento, mas
que yo,
se fuma este cigarro
entre mis dedos,
dejándome el placer
de sólo tres o cuatro bocanadas,
y el mar expropia las palabras
que te digo,
porque, acostada, no me oyes.
El sol, el viento y la marea
te ensordecen
y cuando me levanto
para dar dos pasos,
viendo mis huellas que se imprimen
en la arena,
pienso que esas pisadas mienten,
que ya no piso así
desde hace no sé cuándo;
son huellas de otro
que sobrevive en mis pisadas; pues las mías
son mucho menos elocuentes.
Tú, en cambio, que me ves
completo e indivisible,
sabes mejor que nadie cómo soy mortal,
cómo mis huellas en la arena me describen
y cómo se plasma en ellas lo que soy,
sabes mejor que nadie cómo no escucharme.

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