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Elvio Romero

Poemas de Elvio Romero para leer.

Elvio Romero: Fiesta

Y así te pasarías
la vida,
tibia carne adorada.

Danzando,
empapada de lluvias,
los cabellos pegados a la piel,
joya desengarzada, aroma y rosa
sobre un campo de hortensias y jazmines.

Cantando,
arrebatada, risa
y ofrenda clara, elástica y hermosa,
los labios frescos en la noche, agitando
el ansia de las guitarras, tentadora
música montaraz, vivaz y airosa, dulce
codicia de forasteros,
blusa de encaje y flores sobre el hombro desnudo,
llenando el patio abierto de canciones.

Así te pasarías,
en el canto y la danza
y asombrado a los caminantes,
hija del fuego, del aire, de las tardes,
visita inesperada, brisa prometedora
de ardor y adivinanzas, apartando
y abriendo las cortinas de las ventanas, viento
marcando el calendario del amor en la aurora.

Así te pasarías,
tibia carne dorada.

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Fraternidad del fusil: Poema de Elvio Romero en español fácil de leer

Elvio Romero: Fuego primario

Mirarte es ver colinas,
mirarte así tendida, detenida y desnuda,
situando planicies de arena en las axilas,
desnuda y dividiendo la blancura caliente de las sábanas,
mirarte es ver que oscuros orígenes te pueblan,
que el aire te enajena por urnas inasibles,
si te miro desnuda...

Hay cuestas y hay declives,
hay en tu piel suaves territorios de nubes sensitivas,
hay humos y adherencias de ardorosa madera,
hay una sombra ilesa que escapa del asedio,
si te miro desnuda.

Se ve que en tu cintura
se doblan valles que arden con vientos incesantes;
se ve, rosado y táctil, nimbado por rumores,
el hoyo de agua nívea que tu vientre arremansa
como un rosado tiesto de palpitantes flores,
si te miro desnuda.

Mirarte es ver colinas,
lluvias que se diluyen respirando en tus pechos,
es embestir un campo de tierras onduladas,
es llegar al origen de la sangre,
es imantarse al golpe
que oscuramente sube de tu boca y tus trenzas,
y es imposible entonces no acosarte y vencerte
con sedientas hogueras.

Si te miro desnuda.

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Elvio Romero: Huésped

Había entrado.

La que más sabe, la que puso el oído
y escuchó atentamente la negación, el pacto,
lo dicho y desdecido; la que vio el cambio
de color de tus labios, precipitarse
lo inesperado, la puesta en pie, la aventura
y el alba, el beso,
la alegría.

La noche había entrado.

La que más sabe.

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Elvio Romero: Mía

Vuelvo a ti, Libertad, mi compañera
de todos los momentos en la vida,
clavel entre claveles conmovida
belleza que se acerca en primavera.

Yo te tendré conmigo a toda hora,
como a una novia siempre enamorada,
junto a mí, Libertad, mía y amada,
retoño de la luz que el alba dora.

Yo me voy a la frontera,
a cantar y a pelear
tú serás mi compañera,
yo, quien te va acompañar.

Día a día a tu lado, en tanto vea
que los hombres procuran defenderte,
mientras yo, noche a noche, sueño verte
andando a mi costado, adonde sea.

Querida amiga, Libertad, deseo
que seamos los dos como una brasa
compartida, y mi casa sea tu casa,
y mires donde miro y donde veo.

Yo no voy a la frontera,
a cantar y a pelear;
tú serás mi compañera,
yo, quien te va acompañar.

Te beso, Libertad, porque eres mía,
porque mi afán es solo verte, amarte,
y aunque no he conseguido conquistarte,
no he dejado de buscarte todavía.

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Elvio Romero: Con tu nombre

Por siete lunas me miré en tus fuentes,
catorce en las orillas de vasija anhelante de tu sangre;
dormí en tu piel con infinitas manos
los largos ciclos de inundación del bosque,
diez o veinte en tu red de vespertina fruta agreste y dulce,
no sé cuánto en la rama
fragante de tus brazos
y toda la vida me llené con tu nombre.

Rosa del Sur, me dije clavel de la cordillera,
guitarra clara del amor, mujer suave como la lluvia
que a veces llega apenas para tocar las hojas,
tierra de siembra fértil del varón y el arado,
honda como la brisa que despeina el maizal y la distancia,
mi latido es el tuyo, mis ventanas abiertas al rumor de la noche.

Si todo mi país, si mi comarca
de taciturna estirpe se despierta en tu aliento,
si el enjambre y la miel, la viga añosa
de la casa, si el azahar del lecho de los enamorados
me acercan a tu piel, si todo late,
si todo vive en ti,
todos mis años, toda mi vida llenaré con tu nombre.

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Elvio Romero: Siempre

Estoy contigo

cuando levantas la mirada,
si eres donaire o jazmín puro
en el dolor como en la calma.

cuando el sol dora el fondo de tus ojos,
cuando en el alto alcor, tranquila, cantas,
cuando se encienden tu alma y tus cabellos,
estoy contigo.

Siempre que burles todas las celadas,
siempre que huelas a radiantes frutas,
siempre que me acompañes en la marcha,
estoy contigo.

Si te empapas con el rocío,
si te alumbras con el poniente,
si te regocija el alba,
si permaneces en tu sitio,
como una lumbre vencedora,
si sales a enfrentar la madrugada,
si todo se da en ti, luz de mis ojos,
al levantarse airosa de la manta,
estoy contigo.

Pero cuando te envuelves con un frío
silencio inútil de intranquilas aguas,
si te enajenas de tu propia dicha,
si el mediodía hiere tus pisadas,
si para darte todo lo que tengo
el fuego herido de mi amor no basta,
si te acercas con rostro ensombrecido,
si desandas las huellas conquistadas,
no, no estoy contigo.

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Elvio Romero: Sino

Nada es lo mismo ya, ni lo será mañana;
apenas la constancia dará el signo que guíe
el día por venir. Y el ahínco de la memoria fiel
que reconstruya y clasifique lo que ya es quemadura
y senda pedregosa desde ahora, desde el instante
en que una lluvia oscura
sopló con un sonido bárbaro en nuestra vida.

Y lo sabemos todos. Nada
será ya igual ni semejante al rostro del pasado;
ni nuestro amor, vacío de sostén, ni la mano
de los amigos. No habrá ese ruido
de persianas que bajen impidiendo al verano
su intromisión inevitable. Habrá cambiado
el ritmo de la sangre; otras palabras
pondrán sobre el oído su distinta eufonía.

No, no; ya no será la misma
la manera de andar, la introspección al modo
de la quietud ceñida de las horas. Se notará por siempre
en nuestro rostro un viaje
y un aire retraído de máscara olvidada.
Y al no tener el mismo amor, la misma
mano de los amigos,
el ser de aquí o de allá se borrará sin pausa
en una helada comunión con raíces espurias.

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Elvio Romero: Tormenta

La noche ha sido larga.

Como desde cien años
de lluvia,
de una respiración embravecida
proveniente de un fondo de vértigo nocturno,
de un cántaro colorado
jadeando en la tierra,
el viento ha desatado su tempestad violenta
sobre el velo anhelante de la ilusión
efímera, sobre los fatigados menesteres
y tú y yo, en la colina
más alta,
en el rincón de nuestros dos silencios,
abrazados al tiempo del amor, desvelándonos.

Deja que el viento muerda sobre el viento.
Yo te cerraré los ojos

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Elvio Romero: Tus paseos

Hoy bajas por la carretera
y yo te escucho cómo cantas;
vuelan pájaros de tus hombros,
vuelan gramillas de tus faldas;
en las colinas de tus senos
se aventan las oscuras gramas,
y se ve en el trasluz del horizonte
que se disipa ya la madrugada.

Tú sales a mirar la noche,
a trajinar por las llanadas,
desprendes el cabello al aire
y la humedad se te rezaga
bajo los pies, entre las piedras,
elemental y sofocada,
y yo te aguardo porque sé que traes
los ojos limpios de esperar el alba.

Necesitas la noche. Sube
su penumbra por tus espaldas,
tomas olor a los tomillos,
desnuda entre las hierbas agrias,
verdes se quedan tus hoyuelos,
florecen verdes tus pestañas,
y vuelves como un árbol caminante,
como raíz nutrida y fecundada.

Por las colinas de tus senos
se aventan las oscuras gramas.
Tú necesitas de la noche,
de los montes y las bajadas.
Pones la mano entre la tierra,
quedas de pronto ensimismada,
y luego vegetal, verde y sereno,
tu rostro se ilumina en la mañana.

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Elvio Romero: Vacío

Doblé lo que era nuestro. Ciertamente
te amé como a ninguna. Destruí cuanto
amaba. Un sueño malo
-de rencores antiguos- oscureció mis frondas.
Titiritero falso, solté todos los hilos que me unían
al eco fiel de tu alma, a tu secreto encanto;
mal leñador, talé ramajes vanos con inútiles golpes;
tiré abajo la casa con la antigua violencia de mi gente
y la perdí, torcí el sendero y lo dejé en la arena
como una carta triste que se arroja en un cesto.

Como a ninguna, digo. Un alevoso
viento amargo ha soplado. Esto es el fin
de un largo viaje al esplendor de un beso.

Doblé lo que era nuestro.

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