Poemas de Elías Nandino para leer.
De tanto saberte mía,
muerte, mi muerte sedienta,
no hay minuto en que no me sienta
tu invasión lenta y sombría.
Antes no te conocía
o procuraba ignorarte,
pero al sentirte y pensarte
he podido comprender
que vivir es aprender
a morir para encontrarte.
Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos
Sufro tu cauce sombrío
que bajo mi piel avanza
fatigando mi esperanza
con su oculto desafío.
Yo siento que tu vacío
de mis entrañas respira
y que sediento me mira
desde mi sangre hacia fuera
como verdad prisionera
que en contra de mí conspira.
Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos
Levántame la vida,
deja lamer tu piel
navegar tu marca
en estos cuantos días
que todavía me restan.
Permíteme, también,
que como tú
yo piense
que la muerte no existe
y el tiempo no camina.
Mi ocaso se apenumbra
y casi veo
agolparse las sombras
que deberán
borrarme para siempre.
Déjame estar en ti, contigo,
para que me defiendas
de las leyes de la gravedad,
de la grave edad,
que sin descanso tratan
de restituirme al seno de la tierra.
Con los ojos
altamente asomados a la noche
contemplo las estrellas
y, dentro de mí,
en el río incansable de mi sangre,
las siento y las descubro
reflejadas,
luminosas y hondas,
como si mi entraña fuera
el mismo cielo
en donde están ardiendo.
Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos
El fuego quemo y consume.
El hielo quemo y conservo.
I
Esta inquietud indomable
de estar sin querer estar
y al pisar otro lugar
regresar inconsolable.
Este anhelar incansable
de partir para llegar
sin nunca poder llenar
mi soledad inmutable.
Este meditar extremo
que inquiere, desesperado,
a lo invisible que temo.
Y en mi fuego, congelado
solo y a solas me queme
en deshielo enamorado...
II
Esta esperanza encendida
que me lanza a caminar
en un constante buscar
la emoción desconocida.
Esta lucha sumergida
de creer y de dudar
y, a mi juventud perdida,
sin que la pueda olvidar.
Este pensar que no sabe
nada de nada y que quiere
que ya la vida se acabe,
y la muerte que no hiere,
y el alma que ya no cabe
y en lenta asfixia se muere.
En el fondo sabía que no se puede ir más allá
porque no lo hay.
Cortázar
De manera distinta
cada cual debe morir su propia muerte
y afrontar el naufragio
en la perenne inmensidad del polvo.
Nadie ha vuelto del seno de la muerte,
por esto
su misterio se conserva intacto,
amenazante.
Sin saber si es amiga o enemiga,
ángel que nos transporte al otro lado
para ganar la ubicuidad eterna,
o fuerza que nos retorne a la materia:
todos vivimos la medrosa espera
resignados a la sorpresa de su encuentro
y al suplicio mortal que nos imponga.
(Vivo pensando en el trágico momento
que me transforme en ausencia sin regreso,
nombre sin rostro huyendo hacia el olvido,
absoluto silencio que se ahogue
en la ciega pupila del vacío,
o sombra que se incolore en la distancia.)
(Me duele presentir y también creer
que después de la muerte,
nadie podrá ir más allá del polvo,
del polvo donde debe consumar su fin eterno.)
De desnuda donde está,
brilla la estrella
Rubén Darío
Cuando en noches anuentes
de intimidad celeste
contemplo las estrellas
desnudamente bellas:
me invaden arrebatos
de cósmica lujuria
y sufro y desespero
al no poder siquiera
coger alguna de ellas.
Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos
Mi corazón se pierde en la nevada
ascensión de tu cuerpo, sin consuelo,
y enfrías la fuerza del anhelo
en medio de tu carne congelada.
Cada día te ofrezco una alborada
de ilusión y de vida, todo un cielo
palpitante de sol, que funda el hielo
y transforme tu cuerpo en llamarada.
Pero toda mi vida es poca vida
para matar la muerte que se esconde
y circula en tu sangre adormecida.
Has desatado el nudo de tus brazos,
tu voz a mi llamado no responde,
y es sólo un eco el paso de tus pasos.
Estás en mí, como latido ardiente,
en mis redes de nervios temblorosos,
en mis vetas de instintos borrascosos,
en los mares de insomnios de mi frente.
Estás fuera de mí, como corriente
de voces imprecisas, de sollozos,
de filos de secretos tenebrosos.
de roces de caricia inexistente.
Me cubres y me encubres, sin dejarme
un espacio de ser sin tu presencia
un átomo sin linfa de tu aliento.
Estás en mí, tocándote al tocarme,
y palpita la llama de tu esencia
hasta en la entraña de mi pensamiento.
Con mis labios valoro tu presencia
ungida en sombra -oscurecido vino-
siguiendo el suave litoral marino
de la medrosa flor de tu inocencia.
El tacto, al deletrear tu adolescencia,
percibe la belleza del camino,
que aumente mi pasión y yo me obstino
en ganarme el azúcar de tu anuencia.
Labios y tacto en atrevido nudo
cruzan la noche de tu piel de lumbre
grabándote el sabor de lo ignorado.
Y atado al goce de tu amor desnudo,
vivo el instante de la certidumbre
de haber construído tu primer pecado.