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Eduardo Lizalde

Eduardo Lizalde

Poemas de Eduardo Lizalde para leer.

Eduardo Lizalde: Lamentación por una perra (I. Monelle)

También la pobre puta sueña.
La más infame y sucia
y rota y necia y torpe,
hinchada, renga y sorda puta,
sueña.

Pero escuchen esto,
autores,
bardos suicidas
del diecinueve atroz,
del veinte y de sus asesinos:
sólo sabe soñar
al tiempo mismo
de corromperse.

Ésa es la clave.
Ésa es la lección.
He ahí el camino para todos:
soñar y corromperse a una.

Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos

Eduardo Lizalde: La mano en libertad

Escribir no es problema.
Miren flotar la pluma
por cualquier superficie.
Pero escribir con ella
-Montblanc, Parker o Pelikan-,
sin mesa a mano, tinta suficiente
o postura correcta,
es imposible,
y a veces pernicioso.
Puedo escribir, señores,
con los ojos cubiertos,
vuelta la espalda al piso,
atadas las muñecas,
esparadrapo encima de los labios.
Puedo:
pero no garantizo el producto.

Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos

Eduardo Lizalde: Martirio de Narciso

Al verterse en los charcos la apostura
del que delgado está, pues disemina
sus reflejos, el agua femenina
se hiela por guardar cada figura.

El revés del cristal nos asegura
su espalda contener: allí camina
la sangre que en Narciso se origina
cada vez que un espejo se fractura.

Pulida tempestad en los cristales
impide que navegue su reflejo;
le da ceguera un Tántalo cercano,

quien dice amordazando manantiales:
aquel que aprisionar logra un espejo
puede apretar el mundo con la mano.

Poemas y poetas mexicanos

Eduardo Lizalde: El perro

Éste es un perro.
Una creiatura que se ignora.
No sabe
que pertenece a una clase
-de cosa o bestia-, ignora
que la palabra perro
no lo designa a él en especial:
cree que se llama perro,
cree que se llama hombre,
cree que se llama 'ven',
cree que se llama 'muerde'.

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Eduardo Lizalde: Pobre Desdémona

¡Oh, si las flores duermen,
que dulcísimo sueño!

Bécquer (naturalmente)

La espalda de esta luz
son esos sueños tuyos, amada,
que duelen al soñarse
y que hacen florecer las prímulas
y azahares en tus flancos.

Y caen del lecho moras
de grueso jugo, cuando sueñas;
y zarzarrosas crecen
bajo el cojín de pluma;
y tiernos gansos pican,
bajo el tálamo, hierbas prodigiosas
del sueño enternecido.

Despiertas luego: me miras,
descubres en mis ojos la muerte;
ves en mi mano flores
arrancadas al sueño que soñabas
y se deshacen lentas,
como el mundo del sueño
que pasa a la vigilia,
como el flotante polen
del jardín distraído
hacia los muladares.

Los pelos de la burra
en esta mano
que ha de cortar tu vida.

Vuelve a dormir, te digo,
en un dormir sin sueño
y sin campánulas.

Las flores se diluyen plenamente;
vuelven a ser remate de las telas.
Los gansos vuelan torpes hacia el azul del techo.

Las moras son tranquilas manchas
de sangre remolida
que el tigre deja ahora
al balancear su hocico.
Y ya no existe el sueño.

Poemas y poetas mexicanos

Eduardo Lizalde: Prosa y poesía

A Carlos Fuentes

La prosa es bella
-dicen los lectores-.
La poesía es tediosa:
no hay en ella argumento,
ni sexo, ni aventura,
ni paisajes,
ni drama, ni humorismo,
ni cuadros de la época.
Eso quiere decir que los lectores
tampoco entienden la prosa.

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Eduardo Lizalde: No puedes, rosa, coincidir con tu rosa

...alle Rosen sind entweder gelb oder
rot...

No puedes, rosa, coincidir con tu rosa.

La rosa es amarilla, o no:
la rosa es roja, es blanca, es rosa.
¿Son sus hermanas todas amarillas
o blancas?
¿Rosadas, color vino?

Lo verdadero no es un callo
de este aparador,
ni lo falso una grieta
de su espalda de encino.

Rosa, no es prenda tuya
la verdad
de tu amarillo o de tu rojo.
No es un pétalo más esa rojez
que es sólo sangre de tu realidad
y trampa y muerte
del ojo que te observa
con sus tintas.

No, rosa,
no eres verdad como rosa
de tal o cual textura,
no se empatan las voces, al cantar,
del crecer y el vivir.
En innúmeras vidas
te deshojas al tiempo en que maduras,
palideces o alientas,

Rosa, no puedes
coincidir con tu rosa.

Poemas y poetas mexicanos

Eduardo Lizalde: Recuerdo que el amor era una blanda furia

'Lo he leído, pienso, lo imagino;
existió el amor en otro tiempo.'
Será sin valor mi testimonio.

Rubén Bonifaz Nuño

Recuerdo que el amor era una blanda furia
no expresable en palabras.
Y mismamente recuerdo
que el amor era una fiera lentísima:
mordía con sus colmillos de azúcar
y endulzaba el muñón al desprender el brazo.
Eso sí lo recuerdo.
Rey de las fieras,
jauría de flores carnívoras, ramo de tigres
era el amor, según recuerdo.
Recuerdo bien que los perros
se asustaban de verme,
que se erizaban de amor todas las perras
de sólo otear la aureola, oler el brillo de mi amor
- como si lo estuviera viendo - .

Lo recuerdo casi de memoria:
los muebles de madera
florecían al roce de mi mano,
me seguían como falderos
grandes y magros ríos,
y los árboles - aun no siendo frutales -
daban por dentro resentidos frutos amargos.
Recuerdo muy bien todo eso, amada,
ahora que las abejas
se derrumban a mi alrededor
con el buche cargado de excremento.

Poemas y poetas mexicanos

Eduardo Lizalde: Revolución, tiendo la mano

Revolución, tiendo la mano
y a veces me la muerdes.
Soy individualista,
pero el mundo no es bello.
Sólo el idiota, el loco y el canalla
piensan que el mundo es un jardín
donde florece una esmeralda
con sabor a durazno.
Mira, yo estoy contigo, en serio.
¿Cómo han de herirte a ti,
piedra del siglo,
unas palabras mías?
Ni los tiranos más abyectos han caído,
jamás, por la literatura.
Escucha: come un poco, tranquila,
de mi mano.
No es veneno esta pobre palabra deprimente,
de zorra enferma,
que te doy.

Poemas y poetas mexicanos

El sexo en siete lecciones: Poema de Eduardo Lizalde en español fácil de leer

Eduardo Lizalde: No sirve de otro modo

No importa que sea falso:
cuando tú quieras verme unos minutos
vive conmigo para siempre.

Cuando simplemente quieras
hacer bien el amor
entrégate a mi cuerpo
como si fuera el tuyo
desde el principio.

De otro modo, no sirve:
sería como prostituirse
el uno con el otro;
haríamos de todo esto
un gratuito burdel de dos personas.

Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos

Eduardo Lizalde: Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses

Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses;
que se pierda
tanto increíble amor.
Que nada quede, amigos,
de esos mares de amor,
de estas verduras pobres de las eras
que las vacas devoran
lamiendo el otro lado del césped,
lanzando a nuestros pastos
las manadas de hidras y langostas
de sus lenguas calientes.

Como si el verde pasto celestial,
el mismo océano, salado como arenque,
hirvieran.
Que tanto y tanto amor
y tanto vuelo entre unos cuerpos
al abordaje apenas de su lecho, se desplome.

Que una sola munición de estaño luminoso,
una bala pequeña,
un perdigón inocuo para un pato,
derrumbe al mismo tiempo todas las bandadas
y desgarre el cielo con sus plumas.

Que el oro mismo estalle sin motivo.
Que un amor capaz de convertir al sapo en rosa
se destroce.

Que tanto y tanto, una vez más, y tanto,
tanto imposible amor inexpresable,
nos vuelva tontos, monos sin sentido.

Que tanto amor queme sus naves
antes de llegar a tierra.

Es esto, dioses, poderosos amigos, perros,
niños, animales domésticos, señores,
lo que duele.

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Amado NervoFederico García LorcaGabriela MistralGustavo Adolfo BécquerJorge Luis BorgesLuis de GóngoraMario BenedettiOctavio PazPablo NerudaRosalía de CastroSan Juan de la CruzSor Juana Inés de la Cruz