Temas Poetas

Domingo F. Faílde

Poemas de Domingo F. Faílde para leer.

Domingo F. Faílde: Ghost

Hoy he visto a la muerte.
Caminaba hacia mí, e iba avanzando
con el paso impasible
de los que nada tienen que perder.

Vestía unos blue-jeans y camiseta
y calzaba playeras italianas.
Tras las gafas oscuras de diseño
se adivinaban frías sus pupilas,
una pantalla acaso de ordenador leyendo
los nombres elegidos, por riguroso turno,
con esa precisión matemática
con que suelen matar las mujeres hermosas.

Iba, en fin, acercándose, y yo palidecía,
y el corazón saltaba detrás de la camisa,
presagiando el final.

Casi a mi altura,
me miró,
la miré;
no ocurrió nada.

Aquella aparición pasó despacio,
dejando tras de sí una estela de pétalos
y unas ganas terribles de morir.

Poemas y poetas españoles

Domingo F. Faílde: El náufrago

Si te asaltó el otoño en alta mar
y, lejos del abrigo
del puerto y sus buhíos,
amenaza zozobra tu velero,
aférrate al timón,
endereza tu rumbo hacia otras radas
y dispón lo preciso
para resistir el invierno.

No intentes regresar: en el océano
sólo el abismo emerge a estas alturas
y se embriagan de noche los ponientes.

Tras la popa, el origen
será sólo un recuerdo, la añoranza
de aquel paraíso que siempre se pierde,
pues no es otro el destino de la felicidad.

Acepta, en fin, la ofrenda
de las gentes sencillas del fiordo:
No podrán reparar la vía de agua
ni allegar provisiones a la despensa;
te cuidarán, no obstante, y sus muchachas
calentarán tu lecho.

Mira a tu alrededor: la primavera
no volverá a posarse en tu jardín.

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Domingo F. Faílde: De Omnibus Martyribus

Con los ojos vaciados, desfilan por la noche.
Son extrañas siluetas que deambulan, sonámbulas,
arrastrando cadenas, en medio del humo.
Puedo verlas, silentes, subir al autobús,
sin que sus blancas túnicas se manchen de polvo
ni los descalzos pies rocen los excrementos.
Extraviadas, las órbitas vagan por el vacío,
como huyendo de sus verdugos
(a veces, un gemido los delata, las llagas
escondidas debajo de la veste purísima).
El mundo ha amanecido lleno de estas criaturas.
Abandonan los grises soportales del alba.
Por la ciudad caminan, buscando a sus sayones,
y una lluvia de sangre empapa las aceras.
Están en todas partes: oficinas, comercios,
sosteniendo la bóveda helada del mundo.
Son materia sufriente, viva vida, conciencia.
Todos han conquistado la gloria. Su infierno.

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Domingo F. Faílde: Ordalía

En el fuego pondré siempre mi mano,
que prueba es de mi fe para probarte,
y bajaré contigo a los infiernos
por arder más profundo y encendido.
Mas si en prenda de amor quemarme quieres,
envuélveme en tus brazos
y cubre con tus piernas mi cintura:
que no me sea posible
sino ser llamarada yo mismo
del disco solar de tu sexo.

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Domingo F. Faílde: Origen del idioma

De todas las palabras han de pedirnos cuentas.
Pronunciadas o no, y aun impensables,
han de comparecer contra nosotros,
testigos del olvido.
De todas las palabras: sobre el barro,
sobre la luz,
sobre la noche, fueron escritas
con la tinta sagrada del silencio.
Sobre la lluvia.
También, y especialmente,
sobre esa leve lluvia en donde la aritmética
del orbe adquiere forma:
Quiere decir que hablamos de tu cuerpo y la música.

Poemas cortosPoemas y poetas españoles

Domingo F. Faílde: El sueño del caballero

Sueñas, joven amigo, con las dádivas
que te ofrece la vida.
Mas la vida
-recuérdalo- es tan sólo
esa fiebre instantánea que señala
tu presencia en el mundo,
la misma irrealidad de tu sueño.
La vida, que no el tiempo,
porque el tiempo sea acaso
todo cuanto posees,
es decir, la ilusión de estar vivo
y disponer de todo.

El ángel, sin embargo,
te señala el camino.
Tú no lo sabes, pero ya estás muerto.

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Domingo F. Faílde: La vida se nos va

La vida se nos va, ya ves, como leímos
en los libros antiguos: en un soplo.
Lo supimos entonces, acuérdate, admirando
los versos de Virgilio.
También a estas alturas,
llevamos con nosotros los oscuros penates,
y su lista se expande como en una batalla.
¿De qué nos sirve -dices- lo aprendido
en los tratados de filosofía?
Pues todo lo bailado terminarán quitándonos.
No hay consuelo detrás de ese túnel,
ya lo has visto: las lágrimas,
el silencio de los corderos
y la espada asesina del ángel.
Toda una vida andando, andando, andando.
Y lo peor resulta que es llegar.

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Domingo F. Faílde: Volver al Paraíso

Así la eternidad era el minuto.
Vicente Aleixandre

Desnuda, y nada existe
en este anillo funeral que inclina
su sombra bajo el tiempo, y es tan sólo letargo
la estancia, aquella lámpara
que se apagó de pronto en la caricia
de una ciudad celeste, mientras estoy tomándote
en la complicidad helada del silencio,
y más lejos el mundo
enciende su cosmética nocturna.
O descansa
la imperceptible púrpura de un labio
contra el cristal ilímite
de una copa vacía.

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Domingo F. Faílde: Zona catastrófica

No toleran los dioses la felicidad
de los hombres. Perversos,
sin duda, bienestar, placer o dicha,
que el orden contravienen
o desafían la espada
o arrancan a los astros sus secretos designios,
porque son como antorchas
e incendian los templos,
hurtándose al arbitrio del resplandor que ciega.

Penumbra y vituperio,
envuelvan la insolente casta del albedrío;
sólo llanto merezca la fiebre del audaz
y no encuentre reposo entre vivos ni muertos
quien osó sostener la mirada a la luz.

Y mientras al dolor el arúspice invoca
y bendice al sumiso y al triste agasaja,
niega la tierra el fruto que el cielo ha aniquilado,
retumban los sillares al galopar asirio
y adviene de las lágrimas el reino,
begin to begin.

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