Poemas de Dante Alighieri para leer.
Sobre el poeta Dante Alighieri [occultar]
Dante murió en Rávena, lejos de su amada Florencia, pero su legado literario transformó para siempre la literatura universal.
Corazón y el Amor son una cosa
sola y gentil -el sabio lo ha dictado.
Ninguno sin el otro ha palpitado,
que la razón no puede estar ociosa.
Falla natura cuando está amorosa,
y Amor o el Corazón por un cuidado;
transcurra el tiempo breve o dilatado,
lo mismo en inquietud que si reposa.
Si a la Bella se suma la Discreta,
y nuestra vista bebe su dulzura
colmando el corazón de ansia secreta,
del Amor al asedio que perdura
pidiendo estadio la Beldad nos reta
como bravo adalid en su armadura.
Inscripción
Por mí se llega a la ciudad doliente.
Por mí se avanza hacia la eterna pena.
Por mí se va tras la perdida gente.
Dios al pecado señaló condena
y surgí entonces cual suprema alianza
del poder sumo y la justicia plena.
Y no existiendo en mí fin ni mudanza
nada me precedió sino Dios mismo.
Los que entrásteis perded toda esperanza.
Poemas cortosPoemas y poetas italianos
Otra ninguna mis pupilas llena;
y si las miro, no dudéis, Señora:
lo que disperso en otras enamora
vuestra beldad lo junta en gracia plena.
La vuestra duda no será condena,
ni razón contra mí torturadora:
por tanta gallardía seductora,
tan fija a vuestro ser va mi cadena,
que a cuanto no es lo vuestro, fenecidos,
sólo en Vos mi pensar y mis sentidos
saben vivir su esclavitud gozosos.
Y si en otras mudara alma y figura,
nuevo Luzbel sería, de la Altura
cayendo a los abismos tenebrosos.
Allende el orbe de rodar más lento
llega el suspiro que mi pecho exhala:
nuevo intelecto con que Amor escala
célica altura en alas del lamento.
Cuando alcanza la cima de su intento
ve la Mujer que otra ninguna iguala
por su esplendor: a quien todo señala
de Amor para el más alto rendimiento.
Viéndola así, con voz sutil, ardiente,
Amor le habla al corazón doliente
que lo interroga y no comprende nada.
Soy yo quien me hablo a mí y ante la bella
membranza de Beatriz, todo destella
y lo entiende mi mente iluminada.
Amor brilla en los ojos de mi amada,
y se torna gentil cuando ella mira:
donde pasa, todo hombre a verla gira
y a quien ve tiembla el alma enamorada.
Anochece si esconde su mirada,
y por volverla a ver todo suspira:
ante ella la soberbia huye y la ira;
bellas, honrad conmigo a mi adorada.
Feliz mil veces quien la ve y la siente;
al nacerle el alma al punto empieza
todo humilde pensar, toda dulzura,
y no sabe, almirarla sonriente,
si en ella se excedió naturaleza,
o el milagro gentil tanta hermosura.
Peregrinos que vais meditabundos
talvez en algo que no veis presente:
¿Venis desde una tan remota gente
que os miro, con agobios tan profundos
y sin llanto en los ojos errabundos,
ir a través de la ciudad doliente,
como si ciego, sordo, indiferente,
la viera vuestro ser desde otros mundos?
Me dice el corazón entre lamentos
-parad por escucharlo unos momentos-
que al salir d'ella os seguirá el quebranto.
Ya su BEATRIZ sólo es celeste sombra,
y de toda palabra que la nombra
fluye un acerbo manantial de llanto.
Tanto es gentil el porte de mi amada,
tanto digna de amor cuando saluda,
que toda lengua permanece muda
y a todos avasalla su mirada.
Rauda se aleja oyéndose ensalzada
-humildad que la viste y que la escuda-,
y es a la tierra cual celeste ayuda
en humano prodigio transformada.
Tanto embeleso el contemplarla inspira,
que al corazón embriaga de ternura:
lo siente y lo comprende quien la mira.
Y en sus labios, cual signo de ventura,
vagar parece un rizo de dulzura
que el alma va diciéndole: ¡Suspira!
Sabe sólo de Amor mi pensamiento;
por él y en él lo tengo tan cambiante:
de Amor la potestad lo lleva amante,
o a loco razonar, su valimiento.
Me infunde en la esperanza dulce aliento,
o acerbo lloro en onda desbordante;
tan sólo se unifica si tremante
mi alma de pavor se ve un momento.
Y así mi suerte ignoro en la contienda,
y no querer decirlo y que lo diga:
vagando voy en amorosa erranza...
Y si con todos he de hacer alianza
vano será clamarle a mi enemiga
-la insensible Piedad- que me defienda.
Bien sabe a cuál saluda y reverencia
el que vea entre damas a la mía;
todas ellas hacerle compañía
tienen de Dios como gentil clemencia.
De su beldad es tánta la excelencia
que envidias no despierta ni falsía:
bien antes, galanura y ufanía
-dones de Amor- afinca su presencia.
De su redor dimana mansedumbre
y así vestidas de su misma lumbre,
cada una, sintiéndolo, se honora.
Fue siempre todo en Ella tan luciente,
que nadie, suspirando dulcemente,
podrá olvidar su gracia arrobadora.
Muchas veces me vienen a la cabeza
la oscura cualidad que me da el Amor
y me tengo lástima y así me digo:
¡Ay de mí!, ¿les pasa esto a otros?;
porque tan hábilmente me asalta el amor
que la vida casi me abandona:
sólo un hilo de espíritu deja medio vivo,
uno que sólo por ti vive y razona.
Luego me esfuerzo, yo deseo salvarme,
y casi muerto, sin ningún valor,
vengo a verte, creyendo así curarme:
y cuando alzo los ojos para observarte
en mi corazón se inicia un terremoto
que suspende en mi alma todos los latidos.