Poemas de Clara Fernández Moreno para leer.
imposible saber cuándo
comienza el grado cero
relámpagos mojados cubren la cara
hacen gente torpe
es que
incapaz y débil
no puedo saber
mi amor amado
en qué momento
te hiciste un trozo de eternidad
Poemas cortosPoemas y poetas argentinos
llueve el toldo verde
las cartas
los retratos se mezclan
están los hijos y los hijos
una mujer mira todo
reduce la ciudad para poder decirla
no hay dimensiones
no hay distancias
el techo de jazmines
del gran patio del pasado
abre la vida de la mujer
ahí está en los grandes resplandores de la lluvia
Poemas cortosPoemas y poetas argentinos
árboles en el olor de la siesta
en el fondo de la casa
en un calor
en un espejo
en un baño de porcelana
entrando higueras y hojas con los bordes quemados
hasta las canillas
y sus raíces llegaban al portón
que a las cuatro de la tarde
cuidaba ese patio celestial
cuando mis primos se apretaban contra mi
para comer mis mejillas de leche y de higo
el deseo de esas tardes cae como mi pelo a la intemperie
hace de mi vestido turquesa un incendio
una terquedad que casi nunca habla
no hablé
no escribí
no dibujé en mi cuerpo
no entré al río
no le dije te quiero
no miré los sicomoros
hace tanto que nada
en la ventisca de la vida
un día besaste mi mano
hace tanto
Poemas cortosPoemas y poetas argentinos
cuál es la diosa
la que dice debe ser sacrificado
que se arrojen las flechas
salga sangre de su pecho
y erguida en la proa
erguida frente a la arena
de fuego y luz
dicta hambre sed y miedo
la diosa
no sabe de justicia
ni de bondad
tiene alas que parecen de amor
pero son de ira
de nieve
y cuando el que muere debe ir al sacrificio
su corazón se alegra
sus ojos sonríen
llena el día con su vuelo feliz
y su maldad
Poemas cortosPoemas y poetas argentinos
búscame, descúbreme mundo
húmeda medusa
las algas rondan suavemente
encuéntrame, tiempo,
compréndeme, mundo
mi región más profunda está libre
atiéndeme, espacio
alúmbrame, sol
que surjan las nubes
y el tiempo y el espacio me esperen
Poemas cortosPoemas y poetas argentinos
Vivo allí
donde el sol no entra
ni pan
ni nadie
con prisa siempre
con el corazón en el correo
persiguiendo recetarios perdidos
en valijas imposibles de abrir
vivo
en las sillas que ornaban el consultorio del antiguo médico
junto a la percha donde sus pacientes colgaban el paraguas
y las gotas caían sobre la bandeja de hierro
oxidándola
esos sombreros del campo de las quintas
esos pacientes que llamaban a las puertas de mi padre
cuando tus calles, Chascomús, eran plácidos charcos
de agua de la lluvia caída sobre tí, Chascomús
cuando la mujer del médico, mi madre
jugaba con los muertos a la fiebre amarilla
y a veces encontraba botas
otras un cinturón de cuero
una sotana
vivo
entre tantas cosas que hice
y tantas que haré
recorriendo vidrieras falsas
mientras los pálidos del miedo
me empujan
cuando voy
cuando regreso
mientras los otros ensillan sus caballos
y se van a comer