Poemas de Carmen Jodra para leer.
Sobre el poeta Carmen Jodra [occultar]
Carmen Jodra Davó (1980-2014) fue una poeta española cuya obra, aunque breve en vida, dejó una huella significativa en la poesía contemporánea. Su voz lírica, cargada de honestidad y crudeza, exploró temas como el amor, la soledad, la identidad y la fragilidad humana.
Nacida en Madrid, Jodra demostró una precocidad literaria excepcional. Publicó su primer poemario, Punto de fuga, a los 25 años, seguido de El deseo más grande (2010) y La grieta (2014). Su vida estuvo marcada por una lucha constante contra la enfermedad mental, un tema que también permeó su escritura. Falleció trágicamente a los 34 años, dejando un legado poético inacabado pero poderoso.
Su poesía se caracterizó por un lenguaje directo y desgarrador, alejado de artificios. Utilizaba imágenes cotidianas para explorar emociones universales, con un tono que oscilaba entre lo confesional y lo existencial. La brevedad de sus versos y la intensidad de sus metáforas la acercaron a la tradición de poetas como Sylvia Plath o Alejandra Pizarnik.
Aunque su vida fue corta, Carmen Jodra logró crear una obra que resuena por su autenticidad y valentía. Su poesía, cruda y sin concesiones, sigue inspirando a nuevas generaciones de lectores y escritores.
Un gemido doliente entre la alheña,
un rítmico suspiro en el helecho,
musgo y pluma por sábana del lecho,
por dosel hoja, por almohada peña,
y la lujuria tiene como seña
violar mujeres y violar derecho
y ley y norma, y un hermoso pecho
sabe el pecado y el pecado enseña.
Trasciende de la fonda un olor suave
a sagrados ungüentos, y una queda
música, contenida y cadenciosa,
y el blanco cuerpo de la bella ave
y el blanco cuerpo de la bella Leda,
bajo el peso del cisne temblorosa.
¡Estériles! ¿Para qué lloras?
Si nunca podrás tener nada.
Si a demoras siguen demoras,
y la explicación huye alada,
y amargan tu lengua las moras
aún en agraz.
¿Y pides un poco de paz?
El drama es mil veces más viejo
que tú. Piensa en Grecia y en Roma,
y aún más atrás. No me quejo:
de siempre hubo cuervo y paloma
y la lucha atroz. ¿Un consejo?
Déjate estar.
La muerte te vendrá a buscar.
Porque nunca llega el verano
que endulce las moras agraces.
Amor ni divino ni humano,
ni salmos ni bromas procaces,
ni artista ni amigo ni hermano
te saciarán.
Ni vino ni agua ni pan.
Ni esto, ni eso, ni aquello.
Puedes probar cada camino:
acaban en nada. El destello
que un tiempo llamaste «divino»
no es luz, y apenas si es bello.
Es frío y crual.
¿A qué preocuparse por él?
¿A qué tanta lucha, si luego
el fin es a todos igual?
¿A qué este jugar con el fuego,
si juegues bien o juegues mal
la muerte es el premio del juego?
¿O es el castigo?
¡Estériles...! Llora conmigo.
Hay demasiadas cosas
de las que preocuparse,
siempre distintas, siempre imprescindibles,
y nunca se termina,
y apenas se respira... Y además
está el muchacho que jamás nos mira,
la chica que no sabe que la amamos
Y Platón predicando represiones...
Y a esto le llaman vida...
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Muchacha, si te entregas a los cerdos,
merecerás morir en la matanza.
No sería en todo caso más horrible que la horrible,
cínica contradanza.
Pregúntate por qué has de estar debajo
si eres mejor que ellos.
Créeme, muchacha, la heteropatía
nunca fue un buen invento.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
El bello mundo me produce asco.
Si pudiera, lo haría
saltar en pedacitos por los aires,
y con él a mí misma.
Yo no pedí vivir; si Tú me hiciste,
es tu culpa, no la mía.
Atrévete a juzgarme si tu pobre
criatura se suicida.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Líbranos de la pena porque ella
destroza el corazón larvadamente
y trae sombra a los ojos de los niños.
Líbranos de la dicha porque a ella
le siguen siempre penas que la hacen
aún más amarga que las penas mismas.
Líbranos del dolor que nos reduce
a tristes bestias de ojos humillados
que sólo buscan un rincón caliente.
Líbranos del placer que nos obliga
a creer que este mundo es dulce y bueno
justo hasta que salimos del encanto.
Líbranos del mal hado y la pobreza
que nos azotan con mano invisible
hasta que maldecimos nuestros nombres.
Líbranos del buen hado y la abundancia
que vierten la ponzoña gris del tedio
en la copa de oro del cinismo.
A la serena duerme mi ganado...
Miguel Hernández
A un cordero que es entre los rebaños
lo que un muchacho hermoso entre la gente
lo quiero con cariño diferente,
más propio de un rapaz que de mis años.
Come en mi mano; bebe de los caños
de metal renegrido de la fuente;
me bala, y su balido sonriente
inunda de dulzor los aledaños.
Esta mañana en que yo estoy bordando
grecas en un mantel, y canta el tordo,
y mi cordero bala casi hablando,
mientras él bala y brilla el sol y bordo,
me pregunto si lo querré igual cuando
envejezca y se vuelva fuerte y gordo.
Señores, yo sé bien de los venenos
de la literatura:
la tiranía impúdica y terrible
de una Belleza impura
que nos mancha los labios de palabra,
los ojos de figura
y el cerebro de sueños o pecados,
en flagrante, diabólica impostura.
No la deseo a nadie, y nadie
debe desearla nunca,
pero benditos los que se someten
a su mirada oscura.