Poemas de Carmen González Huguet para leer.
Aire sólo, fervor que callo y digo,
palabra que te nombra y te delata,
que te eleva en su vuelo o te maniata:
en mi boca te encierro o te prodigo.
Te dejo a la intemperie o al abrigo,
te guardo en ventisquero o en fogata.
Pródiga, codiciosa catarata,
vas en mi labio como fiel testigo
de todo lo que en él pones y eres,
de todo lo que en él tu sed convoca
y de lo que en su amor beber quisieres.
Silencia esta ebriedad que el labio aloca
y con el agua en que dichoso mueres
cúbreme, amor, el cielo de la boca.
Amor, eres lo único que tengo,
agua que entre mis dedos se diluye,
que cuanto más persigo, más me huye,
por más que mi penar sin fin prevengo.
Tenaz tormento que al latir sostengo,
casa en la arena que el azar destruye.
Lunar marea, medra y disminuye
la herida de vivir que en ella vengo.
Rota de sed, desnuda y calcinada,
mi boca tu veneno dulce bebe
y bebe tu palabra alucinada
mi oído fiel. Cautiva en tu mirada
se me queda la piel enamorada
del borbotar templado de tu nieve.
Poemas cortos de AmorPoemas de AmorPoemas y poetas salvadoreños
Brasa en la llaga, sal en cada herida,
sombra en el sol, carámbano en el fuego,
río de luz que fluye en ojo ciego,
brújula encandilada y confundida.
Vas en mis venas como va la vida
en el ardor oculto que trasiego
y afirmas en mi pecho lo que niego
con la voz traicionada y malherida.
Vas en esta palabra renacido
con una decisión de ser tan fuerte
capaz de hacer arder hasta el olvido.
Y yo, que renunciara a retenerte,
me abandono en el cauce de tu oído,
lengua del mal, guijarro de la muerte.
Territorios de harina
levantados tan sólo en homenaje
al paladar del hambre,
no a la gula.
Casa donde jamás entró a medrar
molicie ni pereza.
Esfuerzo derramado inacabable
desde el primer hervor del alba
hasta el primer lucero de la tarde.
María con su cántaro repleto.
Cristina con canciones de cenzontles.
Isabel con las mieles escondidas
sólo para verterlas en el pan:
Su hijo, el más bendito,
el que nunca nació.
Bajo el alero y el gobierno firme de Mercedes:
Un manojo de llaves,
una dura bondad,
un gesto huraño
y la rabia en defensa de las suyas.
Casa de las mujeres,
casa del azafrán y de la harina,
de la torta de yema, el pan francés
y la cemita,
donde el canasto del pan de San Antonio
endulzaba su masa tiernamente
en las manos de aquellas que iniciaron
con el gesto del pan
este gesto en palabras que es mi canto.
Mi vida y esta voz
tienen raíz de panes y sabores
de canela y de clavo,
de azúcar de pilón y de panela,
de hojaldres, bizcotelas,
ataditos de dulce,
colaciones
y el amargo dulzor de las toronjas.