Poemas de Carmen Conde Abellán para leer.
Sobre el poeta Carmen Conde Abellán [occultar]
Carmen Conde Abellán (1907-1996) fue una poeta, ensayista y narradora española, reconocida por ser la primera mujer en ingresar en la Real Academia Española (RAE) en 1978. Su obra literaria, marcada por una profunda sensibilidad y un lenguaje evocador, la consolidó como una de las voces más importantes de la poesía española del siglo XX.
Nació en Cartagena, Murcia, en un contexto familiar humilde. Desde joven mostró inclinación por la literatura, publicando sus primeros poemas en revistas locales. En 1931, fundó la Universidad Popular de Cartagena junto a su esposo, el también poeta Antonio Oliver Belmás. Durante la Guerra Civil española, se exilió brevemente en Francia, experiencia que influyó en su obra posterior. Tras regresar a España, continuó escribiendo y colaborando en diversas publicaciones literarias.
Entre sus poemarios más celebrados se encuentran:
Carmen Conde cultivó una poesía intimista, cargada de simbolismo y emociones. Su estilo evolucionó desde un tono más tradicional en sus inicios hacia una voz más personal y experimental. Destacó por su capacidad para fusionar lo cotidiano con lo trascendental, utilizando imágenes poderosas y un lenguaje rico en matices. También exploró temas como el amor, la soledad y la injusticia social, siempre con una perspectiva humanista.
Carmen Conde dejó una huella imborrable en la literatura española, no solo por su calidad literaria, sino también por su papel pionero como mujer en un mundo dominado por hombres. Su obra sigue siendo estudiada y reivindicada por nuevas generaciones de lectores y críticos.
En el Alba de su vida el deseo
le surgió en su boca la sonrisa
por hallarse ante el amor.
Era niña que vivía hasta en sueños
su ardor, y la sangre palpitaba
al hallarse con su amor.
Sin el Alba ni en la Tarde
ella un día preguntó:
Si posible era guardar
aquel su primer amor.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Sobre la eterna piedra del mundo tan compacto
la traza débil, fresca, de tu desnudo cuerpo.
Todo es muy duro y agrio, se rebela enemigo,
y te alzas tan joven y segura, tan tierna...
No es verdad que las flores luchen siempre calladas.
Ellas gritan su olor y se mueren temprano,
cuando tú, que eres más, sufres doble que ellas
y además mueres tarde, porque ya te marchitas.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Es igual que reír dentro de una campana:
sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles.
Con gesto vas gastando la noche de tu cuerpo
y yo te transparento: soy tú para la vida.
No se acaban tus ojos; son los otros los ciegos.
No te juntan a mí, nadie sabe que es tuya
esta mortal ausencia que se duerme en mi boca,
cuando clama la voz en desiertos de llanto.
Brotan tiernos laureles en las frentes ajenas,
y el amor se consuela prodigando su alma.
Todo es luz y desmayo donde nacen los hijos,
y la tierra es de flor y en la flor hay un cielo.
Solamente tú y yo (una mujer al fondo
de ese cristal sin brillo que es campana caliente),
vamos considerando que la vida..., la vida
puede ser el amor, cuando el amor embriaga;
es sin duda sufrir, cuando se está dichosa;
es, segura, la luz, porque tenemos ojos.
Pero ¿reír, cantar, estremecernos libres
de desear y ser mucho más que la vida...?
No. Ya lo sé. Todo es algo que supe
y por ello, por ti, permanezco en el Mundo.
Ofrecimiento.
Acércate.
Junto a la noche te espero.
Nádame.
Fuentes profundas y frías
avivan mi corriente.
Mira qué puras son mis charcas.
¡Qué gozo el de mi yelo!
Poemas cortosPoemas de AmorPoemas y poetas españoles
Porque siendo tú el mismo, eres distinto
y distante de todos los que miran
esa rosa de luz que viertes siempre
de tu cielo a tu mar, campo que amo.
Campo mío, de amor nunca confeso;
de un amor recatado y pudoroso,
como virgen antigua que perdura
en mi cuerpo contiguo al tuyo eterno.
He venido a quererte, a que me digas
tus palabras de mar y de palmeras;
tus molinos de lienzo que salobres
me refrescan la sed de tanto tiempo.
Me abandono en tu mar, me dejo tuya
como darse hay que hacerlo para serte.
Si cerrara los ojos quedaría
hecha un ser y una voz: ahogada viva.
¿He venido, y me fui; me iré mañana
y vendré como hoy...? ¿qué otra criatura
volverá para ti, para quedarse
o escaparse en tu luz hacia lo nunca?
He vuelto por el camino sin yerba.
Voy al río en busca de mi sombra.
Qué soledad sellada de luna fría.
Qué soledad de agua sin sirenas rojas.
Qué soledad de pinos ácidos, errantes...
Voy a recoger mis ojos
abandonados en la orilla.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Hijo de la tierra,
te arrojó el Jardín.
Aunque veas sombras
no quieras lucir.
Tu madre era bella,
la secan los vientos.
Tu madre era tierna,
se quema en el yermo.
Tu madre mordía
la flor del manzano,
cuando el hombre puso
tu vida en su mano.
Tu madre sembraba
contigo el centeno,
cuando tú bebías
la leche en su cuenco.
Hijo de la ira
de Dios implacable.
No podrá salvarte
del odio tu madre.
No duermas, vigila.
No duermas, despierta.
Te amenaza fría
la heredad desierta.
Te persiguen ojos
sin dulce descanso.
Te aborrece eterna
del Creador la mano.
Las gacelas corren:
correrás tú más.
Los leones saltan:
tú debes saltar.
Los arroyos huyen:
tú tienes que huir.
Aunque yo lo quiera,
¡no puedes dormir!
No duermas, escucha.
No duermas, acecha.
Silbarán las aves
sobre ramas ebrias
para hacerte leve
esta oscura tierra.
Escúchame, hijo:
no duermas, no duermas...
Por todos los siglos,
¡no duermas,
no duermas!
¡Cuánto, Señor, te debo por todos los momentos
en que pudiste hacerme sufrir y no lo hiciste!
Las horas del dolor suman tiempos tan lentos
que más que por la edad se enveceje por triste.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Ahora empezarás, mi vida,
a no dejarme vivir.
A que los días y sus noches sólo sean
el ahogo feroz de tu encuentro.
De tu incorporación a mí,
de tu revestimiento de mí.
A que mi sangre no sepa detenerse sola,
y se arroje a la tuya, a ti,
con la furiosa alegría de amarte,
del éxtasis de saberse tuya;
y de la angustia,
del tremendo milagro oscuro
¡que es pertenecerte!
Ahora sí; ahora.
Cuando no me busca nadie, ni yo busco.
Porque tu voz llena de altos ecos la tierra,
y tu olor los jardines más sombríos,
y de tu pecho caen las campanas de mis deseos
de ti, de mí que por ti me recobro
y aprendo, vida mía, alma mía, amor,
que es verdad que soy de carne,
que es verdad que duelo,
y gozo, y sufro, y grito
porque soy tuya.
¡Momento agotado del mundo,
éste en que te sé lejos de mí!
Apúralo todo, regresa a nuestro abismo
y déjame en ti sumida,
fuerza que se te dio sin lágrimas
de rebeldía; aunque con llanto de violencia
por verse tuya,
yo que no era de nadie,
¡ni siquiera mía nunca!,
esclava tuya, entregada tuya, amante.