Temas Poetas

Carlos Castro Saavedra

Poemas de Carlos Castro Saavedra para leer.

Carlos Castro Saavedra: Fecunda Compañera

En el espejo de tu cuerpo, esposa,
recogiste mi rostro, tan fielmente,
que la línea más honda de mi frente
quedó presa en tu sangre temblorosa.

Me copiaste, mujer, mujer hermosa,
en tu río de amor, en tu corriente,
y devolviste generosamente
mi cara de montaña silenciosa.

El hijo es tierra de mi propia tierra,
resplandor de mis ojos y mi guerra,
poderosa presencia de mí mismo.

Gracias a ti, fecunda compañera,
fui como una semilla en tu pradera
y retorné más joven de tu abismo.

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Carlos Castro Saavedra: Guárdame De Los Vientos

No me dejes partir, no me abandones,
átame a tu cintura con tus brazos,
y aléjame los buques de la cara
con tus suspiros y tus aletazos.

Rodéame de ti, de tu ternura,
de tus palomas y de tus espinos,
para que no me llamen los países,
para que no me escriban los caminos.

Tengo toda la noche de tu pelo
para embarcarme en ella, tristemente,
y alejarme un momento, con las manos,
de las orillas de tu continente.

Puedo andar por mi frente, por la tuya,
con gestos numerosos y mundiales,
y me siento más hondo en tus entrañas
que en los naufragios y en los funerales.

Quiero quedarme en ti, quiero que me ames
y que me arrojes besos como escalas,
siempre que me desprenda de tus labios
y me crezcan los viajes y las alas.

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Carlos Castro Saavedra: Hembra De Tierra Y Tierra

No te digo paloma, ni princesa , ni reina,
sino mujer de tierra, hembra de tierra y tierra,
compañera de besos, compañera
de mi revolución y de mi guerra.

Te llamo barro de mi alfarería,
surco de mis labranzas coloradas,
pradera en que galopan mis caballos
con las crines heridas y quemadas.

Mujer tendida en medio de la tierra
te llamo y te rodeo con mis brazos,
como si fueras trigo de mis eras
y raíz de mis besos y mis pasos.

No doy contigo pensativamente
sino luchando con tu cabellera,
y golpeando mi vida leñadora
contra tu corazón y tu madera.

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Carlos Castro Saavedra: Inés

Inés digo y mi boca se convierte en azúcar
de manzana partida por la luz del verano.
Decir esta palabra es como adivinar
que está cantando un pájaro en un árbol lejano.

Inés digo y mi labio se convierte en abierta
flor de pétalos dulces contra la madrugada.
Decir esta palabra es soñar que está muerta
la tarde en el abismo de la noche estrellada.

Inés digo y parece que mi voz se quedara
temblando entre las redes impalpables de un beso.
Decir esta palabra es como si lograra
detener en el aire la música de un rezo.

Cuando yo digo Inés olvido los agravios
y de claros panales y canciones me acuerdo.
Decir esta palabra es apretar los labios
para intentar el acto de besar un recuerdo.

Alzar las manos puras para decir Inés
es caer en la sombra de un árbol florecido.
Decir Inés, siquiera por una sola vez,
es sentir en la rama del corazón un nido.

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Carlos Castro Saavedra: Ínsula

Como un nocturno vino tu mirada,
amotina mi sangre enardecida
y la noche en mis hombros detenida,
ignora su presencia desolada.

Ya no puede mi voz contra la espada
de silencio que tengo entre la herida,
de saber tu caricia estremecida
pero en oscura cárcel encerrada.

Estoy solo en la costa de tu risa,
y aunque la ofrenda tuya se divisa
mi temor de alcanzarla lo confieso:

Mi corazón - grumete sorprendido -
no se atreve en un mar desconocido
para ganar la isla de tu beso.

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Mujer Sin Nombre: Poema de Carlos Castro Saavedra en español fácil de leer

Carlos Castro Saavedra: El mundo por dentro

Siento correr los ríos por mis venas
y crecer las estrellas en mi frente.
Siento que soy el mundo y que la gente
habita mis pulmones y colmenas .

De flores tengo las entrañas llenas
y de peces la sangre, la corriente
que caudalosa y permanentemente
inunda mis canciones y mis penas.

Llevo por dentro el fuego que por fuera
dora los panes, seca la madera
y produce el incendio del verano.

Las aves hacen nidos en mi pelo,
crece hierba en mi piel, como en el suelo,
y galopan caballos en mi mano.

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Carlos Castro Saavedra: Niña Mudable

Unas trenzas oscuras y una flor.
Y una boca que ignora su pasado.
Y un corazón pequeño y un callado
deseo de saber lo que es amor.

Yo -plenitud del hombre soñador-
la ungí con el perfume deseado;
le regalé una rosa y un pecado
y un beso apasionado y un temor.

La aprisioné en amor tan dulcemente
que ni un nardo en el viento transparente
puede encerrar así su propia albura.

Y cansada tal vez, niña mudable,
de mi labio en el beso perdurable,
cambió su libertad por mi amargura.

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Carlos Castro Saavedra: Petición Entrañable

Acércate a mi pecho más caudalosamente,
húndete en mi camisa,
atraviesa mi piel, mis guarniciones,
y arrásame por dentro con tus labios
y tus inundaciones.

Trasvásate a mis venas,
a mi sangre furiosa,
y auméntame los ríos arteriales
y la espuma que pasa por mi frente
cuando pienso hospitales.

Vuélvete mi sustancia,
mi saliva, mi llanto,
y déjate arrastrar por estas aguas
y por el contrapeso de las chispas
que saltan de mis fraguas.

Más todavía súmate a mi sino,
a mi cabalgadura temblorosa,
y estréchame los pies en los estribos,
con los tuyos calzados de palomas
y de cuchillos vivos.

Que una sola persona, un solo gesto,
sean nuestros dos cuerpos enlazados,
y que si yo te beso o tú me besas,
sintamos ambos gustos de amapolas
y cornada de fresas.

De tal manera unidos compañera,
que ni la muerte pueda separarnos,
y que de espaldas, en la sepultura,
tú recuerdes completa mi presencia
y yo inmodificable tu figura.

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Carlos Castro Saavedra: Presencia Del Amor Victorioso

Tú eres la que yo quise destruir con mis besos,
pero la que resistes mi furia y mis abrazos,
y sales siempre nueva de mis bosques espesos
y siempre florecida de mis grandes hachazos.

( Un viento loco y verde te golpeaba la cara,
un vendaval de besos de mi boca te hundía,
pero el hijo llegaba con su semilla clara
y en medio de tus ojos oscuros la encendía ).

Eres la que no pude vencer con mi locura
y fatalmente herir con mis espadas ciegas,
y el trueno que circula por mi cabalgadura
y el búfalo que truena por mis hondas entregas.

Sobrevives y cantas a mi lado, a mi vera,
como un ave incansable que atesora mis pasos,
y vuela a toda hora sobre mi calavera
y construye su nido en mitad de mis brazos.

Ya tienes el tamaño de mis manos inmensas,
la medida del grito que me habita la vida,
y puedes abarcarme todo lo que me piensas
y elevas a tu frente la sangre de mi herida.

Siento tu punzadora dulzura en mi costado,
tu penetrante aroma de selva en mi camino,
y nadie me consuela cuando estoy a tu lado
y pienso que la muerte se beberá tu vino.

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Carlos Castro Saavedra: Soneto Del Amor Elemental

Te quiero así, mujer: sencillamente,
como quiere el pastor a sus ovejas,
el caminante a las encinas viejas
y el río matinal a su corriente.

Te amo como las casas a la gente
y como la colmena a las abejas,
y los ojos dormidos a las cejas
que vuelan en el cielo de la frente.

Voy a tu corazón como las olas
a los buques cargados de amapolas
y de maderas claras y sencillas.

Doy con tu beso al fin, con tu ternura,
como el río con toda la llanura
y la sed con el agua sin orillas.

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Carlos Castro Saavedra: Soneto Herido Por La Muerte

Va cayendo la noche en los trigales,
mis besos van cayendo en tus racimos,
y nos vamos los dos como vinimos:
por laberintos, fechas y hospitales.

Cuando el mar nos separa con sus sales,
por encima del mar nos escribimos,
pero de todos modos nos sentimos
sepultados por olas torrenciales.

Nada podrá salvarnos, compañera,
de la separación, de la madera,
del ataúd y su corteza oscura.

Trina el amor pero la muerte llora
y nos arroja sombra destructora,
sombra de pino y sed de sepultura.

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