Temas Poetas

Carlos Bousoño

Poemas de Carlos Bousoño para leer.

Carlos Bousoño: Introducción a la noche

1
Con la honda mirada
un día contemplaste
tu honda pasión de ser
en vida perdurable.

Hoy contemplas acaso
con mirada más grave
el parpadeo puro
de la noche sin márgenes;

el sollozo inoíble
de un arroyo alejándose
en la sombra; la mole
de la noche indudable.

2
Y sin embargo, eres.
Y sin embargo naces
como las hierbas verdes
y los nudosos árboles.

Compruebas con delicia
que existen matorrales,
y tus manos apresan
piedras de aristas grandes.

Saltas sobre los ríos,
subes desde los valles,
cantas desde las cumbres,
vives, existes, ardes.

Contemplas la llanura
crepuscular; renaces
como los campos vivos
que en la aurora son arces,
cañadas y caminos,
prados, riberas, cauces
de amor, donde quisieras
vivirte y olvidarte.

3
Y aquí estás. Aquí pones
tus dos manos tenaces.
Te agarras a las cosas:
maderas, piedras, carnes,

Te aferras a la vida
como el río a su cauce,
cual la raíz de un hondo
vegetal insaciable.

Poemas y poetas españoles

Carlos Bousoño: Invasión de la realidad

I
Y aquí estás verdadero,
Oh déjame tocarte.
Tu piel en donde pones
un límite a los aires.

Tu don de serte vivo,
tu realidad, me baste.
Dejadme que compruebe
su ser. ¡Oh, sí, dejadme!

II
Dejadme. Yo no quiero
las nieblas pertinaces.
Tras el humo dibuja
su vago ser un valle.

Allá tras la cortina
incierta, hay verdes sauces,
un prado con sus flores
diminutas y suaves.

En la noche terrible
yo soñaba una imagen.
Hela aquí. Son colores:
blancos, verdes, granates.

III
Dejadme con las cosas
también. Son realidades
súbitas que se crean
duras a cada instante.

Emergen con firmeza
cruel. Se satisface
con su presencia misma
dicen: «¡Toma, regálate!»

IV
Regálate. Contempla
la piedra, el cielo, el aire.
Respira entre las luces.
Desciende hasta los cauces.

Toca la piedra. Mira.
Huele la rosa. Sáciate.
Gusta, mira, comprueba,
duele, solloza: sabe.

Ensánchate en el alba.
Al mediodía, ensánchate.
Sube a la tarde y mira
todo en ella ensanchándose.

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Irás acaso por aquel camino en el chirriante atardecer: Poema de Carlos Bousoño en español fácil de leer

Carlos Bousoño: JUAN DE LA CRUZ EN LA NOCHE OSCURA

Profunda es esta guerra y combate, porque la paz que espera
ha de ser muy profunda;
y el dolor muy delgado
porque el amor de su esperanza
delgado es, e íntimo.
Y como el alma ha de venir a posesión de dones,
conviene que primero
pobre y vacía de ellos sea.
Pobre, como garganta con sed de muchas aguas,
vacía, como el mundo.

Y como la tiniebla se aposenta en el ojo vacío
del alma vaciada
y en la substancia misma de la duda
terrible del que duda
tiniebla substancial parece y es.
Y como toda tiniebla y toda duda
hace a quien duda de tiniebla y duda,
éste se queda en la tiniebla,
en la tapiada oscuridad,
caído en la trampa, sin salida,
cogido para siempre, temeroso, asustado,
giñapo agazapado en un rincón.
(Así en el fondo del calabozo el prisionero
espera el alzado patíbulo, la horca,
el irrisorio tormento,
o bien, en oscura mazmorra no espera
sino la definitiva soledad
quien ha asaltado el camino,
o violentado a la doncella, o acaso asesinado
a quien la defendió.)

Como con pies atados y amordazada boca
y mano encarcelada y ojo ciego,
violador, asesino, ladrón de camino real,
así está Juan, sin nada o nadie
nunca,
purificado por amor
a nadie,
a nada,
nunca,
crucificado, muerto, tenebroso
y en la tiniebla.
Así.

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Carlos Bousoño: LETANÍA DEL CIEGO

Soy como un ciego
RUBÉN DARÍO

Y tú que tanto amas, tanto ríes,
tanto adivinas y conoces tanto,
¿dónde el escudo para que te fíes,
dónde el pañuelo de enjugar tu llanto?

¿Dónde el camino que no veo ahora?
Dímelo o llora y el mirar suprime.
¿Es ya la noche que no tiene aurora?
Dímelo, dime.

Y sin embargo tu vivir empaña
mi vivir con un vaho que es ternura,
que es caliente rumor que me acompaña
la noche oscura.

Y sin embargo con tu mano guías
y a tientas toco lo que apenas veo
y digo acaso para que sonrías
lo que no creo.

Y toco apenas y tu bulto aprendo
y torpe sigo lo que tú me indicas.
Lo que no miro, lo que no comprendo,
tú multiplicas.

Tú multiplicas, o quizás es tu invento
porque lo vea aunque quizá no exista.
Entre la noche de mi pensamiento
dulce es tu vista.

Dulce es tu vista, tu mirar risueño
que mira un llano donde estaba un monte
y que a mi alma de temblor pequeño
llamó horizonte.

Dulce es tu vista que miró aquel lago
y lo llamaba alegre mar bravío.
Tu generoso corazón es mago.
¡Lo fuese el mío!

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Letanía para decir cómo me amas: Poema de Carlos Bousoño en español fácil de leer

Carlos Bousoño: La mañana

Errante por la luz, en primavera
recóndita y azul y de oro y grana,
mi corazón recoge esta mañana
todo el amor que llueve en lisonjera

tempestad de frescor. La noche afuera.
Afuera el cierzo y la ansiedad lejana.
Se pone en pie la claridad temprana,
alza sus brazos, yergue su bandera,

grita su luz, avanza arrolladora
por la pradera vencedora y mueve
el árbol todo del espacio ahora.

Todo en el aire, luminoso, llueve,
gira, delira entre la luz sonora,
y allí suspira entre el follaje leve.

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Carlos Bousoño: Muchacha dulce: no me amas

Muchacha dulce: no me amas.
Tú no conoces mi figura,
mi triste rostro que lejano vela
tu faz borrosa entre la lluvia.

Muchacha dulce: aquí en mis ojos
brilla un otoño que rezuma
oro de amor, de amor por ti que tienes
entre tus manos una aurora púrpura.

Soy como tú. Soy como tú. ¿Me oyes?
¡Soy como tú! ¡Oh, no me escuchas!
Mira, mira mi amor... ¡Cómo me brota
del corazón este alba rubia!

Tómala para ti. Yo no la quiero.
Es para ti. Tómala. Nunca.
Hacia el azul sube amorosa
y allí, tristísima, se alumbra.

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Carlos Bousoño: MUCHO TE QUISE

Mucho te quise y con dolor te miro
cuando aquí pasas con tu sueño a cuestas.
Mas para siempre, desde lejos, hondos
mis ojos te recuerdan.

Aquí en la tarde te contemplo
pasar hostil y sin clemencia.
Vas dura con tu sueño amargo y triste.
Ingrato sueño que el amor te veda.

Poemas cortosPoemas y poetas españoles

Carlos Bousoño: EN LA MUERTE

Lo último que dijo fue esto: «La vida es un dolor»

Ojos que vi
tan llenos de dolor
en el último día, cuando faltaba poco
para morir,
y desde el lecho
él recordaba triste,
lejos, muy lejos, y un poquito borroso,
cuando con sus amigos,
allá en su niñez,
divirtiéndose mucho,
inmortal aún la vida,
iban al huerto, o al pinar, o al alto
palpitar de la luz.

Correr luego escondiéndose
tras unos matorrales,
un momento,
por que no los llamasen
desde la casa aún.
«Un poco más, un poco
más tan sólo.
La última vez, y ya.»
Y cuando le pusieron
una corona como rey del mundo
el día en que cumplía
siete años de rey,
siete de dueño
de todo, el universo: el aire, el mar.

Respiraba. Fatiga
e imposibilidad. La vida, la corona,
cartón pintado, alegre,
luego el amor, la compañía
honda, felicidad. Años sin duda, y todo fue
un instante tan sólo:
amarga pesadumbre
real.
Y ahora las lágrimas
que no lloró jamás vinieron a sus ojos,
resbalaban despacio
por sus mejillas pálidas,
humedecían la piel,
la boca,
y seguían bajando
cuando estaba ya muerto.
Las lágrimas duraban
más que sus ojos tristes,
más
que su propio dolor.

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Carlos Bousoño: Mujer ajena

¡Oh realidad sin gozo y sin aurora!
Era la noche entera entre tus brazos.
Yo te tenía y sostenía. Abrazos
nos daba el sufrimiento a cada hora.

Viví contigo una verdad. No llora
quien tiene que vivir tan duros lazos.
Era vivir, abrirse paso a hachazos
en una selva de impasible flora.

Con brazos rotos y partido pecho,
abrirse paso a hachazos. Consumida
así tu vida, amor de mi derecho.

Abrirse paso y ver ya sucumbida
toda esperanza en el sendero estrecho;
cerrado trecho a la cerrada vida.

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Carlos Bousoño: Noche del sentido

El olfato no huele, ojo no mira.
Ni gusta lengua ni conoce el seso.
Eso sabemos, corazón que aspira.
Tan sólo eso.
Quién pudiera cual tú mirar tan leve
esta colina que una paz ya toma:
mirar el campo con amor, con nieve:
poder llamarlo fresca luz, paloma.

Quién pudiera cual tú tocar tu mano,
saber que es mano y conocer su sino,
saber tu hueso fatigado, humano,
pensar el viento que en la noche vino.

Saber qué es este ruido, esta nonada,
este grito que nace de un abismo,
de una tristeza tan desconsolada
como el amor que surge de ti mismo.

Saber la luz y conocerla hermosa,
mirar el cuerpo y conocer su brío,
mirar la noche que en la paz reposa,
fuente sellada al pensamiento mío...

Mirarte a ti, mirar a tu ternura
cuando contemplas mi dolor humano
y me suavizas en la noche pura
con la caricia de tu blanca mano...

Quién pudiera decirte amor, abrigo
de mi vivir, y en lenta letanía
llamarte luz, nombrarte viento amigo,
campo feliz y cielo de armonía.

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