España: 1928-1989
Poemas de Carlos Barral para leer.
Clamo a tu vientre lívido de viento,
al corazón estrecho de tus gallos,
a sus látigos rojos, a los rayos
que acribillan tu hueco firmamento.
Busco la arista del desdoblamiento,
hurtarme fruto a mis normales tallos,
libertarme en tus ácidos caballos
y un ungir tus torres de mi advenimiento.
Si llegaras conmigo a la ondulada
alta loma del ser, donde se muta
la sangre viva en el símbolo de hielo...
Mas quién podrá parar la madrugada
alzando ya la concha de su ruta
sus rapaces de luz sobre tu vuelo.
Tu cuerpo en qué alegría de revuelo,
que inmediación de trinos, ¡oh agitada
pasión de ti, de tórtola inspirada,
de azul y pluma en claro azul! (Uccello)
Pájaro. Sal. Escribe por el suelo
el gozo de tu jaula enamorada.
Sea risueña alcándara la espada
de gavilán blandida para el duelo.
Yo, tu fronda apartada. Permanente
árbol donde resuena tu destino,
leeré tu trayectoria. Se adivina
tan bien lo que se espera... Del camino
oblicuo, qué te importa, ¡oh diferente
mirlo de luz si vienes a la encina!
No puedo recordar
por qué escogí aquel reino de ladrillo.
¿Por qué el rincón tan húmedo, la esquina
verde del corredor?
Sólo el terror pasaba, a veces
la insolente figura devorada
casi enseguida por la luz.
Estuve solo siempre, al menos
que yo recuerde. Cuando entró
me pareció descalza,
alta la piel desnuda en la agitada penumbra.
Los aires hasta arriba
se tiñeron de ella, y todo olía
a nocturno animal;
yo mismo era su olor, yo mismo
casi como su espuma.
Ya no volvió a pasar.
Quedó su cuerpo en mí, la certidumbre
por debajo de todos los vestidos.
Quebró las horas del no hacer,
sembró de miedo el mundo
instrumental y blanco, entre temores.
La lengua sobre todo, afectuosa,
áspera y cortesana en el saludo.
Las zarpas de abrazar, con qué cuidado,
o de impetrar afecto, o daño, a quien lo doma.
La caricia con uñas, el pecho boca arriba
para mostrar el corazón cautivo.
La piel toda entregada, la voz ronca
retozando en su jaula de colmillos,
y los ojos enormes, de algas, sonriendo
a la muerte inmediata
a que fue sentenciado.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
A veces cuando era
temprano todavía para verte
o cuando la ventana
se abría a la distancia y al sonido
de tanto hierro puesto y tanta arena
que cruje a tierra extraña en los caminos
remoto a la esperanza
me volvía a aquel sitio en que dejamos
las soledades juntas y las voces.
Te hallaba limitada
de corazón disperso y de alegría
por todos los costados y flotando
en la noche segura y abundante
que nunca se consuma.
Sin embargo a lo lejos
tan pronto me acogías con los nombres
de las cosas comunes, en sigilo
sentía que tu isla no estaba ya a mi alcance.
Entonces por entero
reincorporado al límite del cuerpo
volvía a la certeza de la espera.