Perú: 1926-2009
Poemas de Blanca Varela para leer.
IV
Deseos, piedras, cielo a jirones,
ni un ave.
Estoy huyendo.
Una nueva montaña,
un río joven, sin ira.
Éste es el mundo que amo.
Quiero un cielo veloz,
la mañana distinta, sin colores,
para poner mis ángeles,
mis calles donde siempre hay humo y sorpresa.
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VIII
Despierto.
Primera isla de la conciencia:
un árbol.
El temor inventa el vuelo.
El desierto familiar me acoge.
Alguien me observa con indiferencia.
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I
Se fue el día,
las escamas del sueño giran.
Todo desciende,
la noche es el tedio.
En el desierto, a oscuras,
temerosa del amor
la ostra llora a solas.
Caen las lívidas hojas de tu frente,
Te alejas, negra burbuja sin destino.
Se abren súbitamente mil calles,
arrecifes en llamas retienen tu cuerpo
helado como una lágrima,
nada te hiere,
el coral clava su garra en tu sombra,
tu sangre se desliza,
inunda praderas,
salta de las ventanas
como un rojo sonido
y todo esto no es sino el otoño.
II
El rayo ha perfumado
ferozmente nuestra casa.
Tenemos sed, tenemos prisa
por golpear con el hueso
de una flor en la tiniebla.
Hay un árbol talado en esta historia.
Contemplamos el cielo.
No hay señales.
Es de día
Es de noche
Murió la araña que media el tiempo,
Sólo hay un viejo muro
y una nueva familia
De sombras.
Toda la palidez inexplicable
es el recuerdo.
Travesía de muralla a muralla,
El abismo es el párpado,
Allí naufraga el mundo
Arrasado por una lágrima.
Despierto.
Primera isla de la conciencia:
un árbol.
El temor inventa el vuelo.
El desierto familiar me acoge.
Él abre la boca
es roja por dentro
ella abre los ojos
su córnea es blanca
como la luna
se está quieta
la córnea luna
iluminando apenas
la bienamada encía
adentro
con silencio
a boca cerrada
a oscuras
habitan ambos
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Un poema
como una gran batalla
me arroja en esta arena
sin más enemigo que yo
yo y el gran aire
de las palabras
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He dejado la puerta entreabierta
soy un animal que no se resigna
a morir la eternidad
es la oscura bisagra que cede
un pequeño ruido en la noche
de la carne
soy la isla que avanza sostenida
por la muerte o una ciudad
ferozmente cercada
por la vida
o tal vez no soy nada
sólo el insomnio
y la brillante indiferencia de los astros desierto destino inexorable el sol de los vivos se levanta reconozco esa puerta no hay otra hielo primaveral y una espina de sangre en el ojo de la rosa.
II
Estréchame las manos,
la única luz que nos queda,
no me dejes olvidada
en la cima de una ola.
Aléjate
Aparten ese frío paisaje de cipreses,
escombren esos náufragos que ocultan el horizonte.
La vida es una noticia conmovedora.
Atravieso el desierto,
la terrible fiesta en el centro de un cielo derribado.
Estoy casi olvidando.
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Es fría la luz de la memoria
lo apenas entrevisto brilla
con insistencia
gira buscando el casco de botella
o el charco de lluvia
tras cualquier puerta que se abre
está la luna
tan grande y plana
tan fuera de lugar
como si de un cuadro se tratara
óleo sobre papel
endurecido por el tiempo
así cayeron en la mente
formas y colores
casualidades
azar que anuda sombras
vuelcos en la negra marmita
donde a borbotones
se cuecen gozo y espanto
crece el yeso de un cielo
mil veces lastimado
mil veces blanqueado
se borra el mundo y se vuelve
a escribir
hasta el último aliento
sólo esto
eternidad aparente
mísera astilla de luz en
la entraña
del animal
que apenas estuvo
Es fría la luz de la memoria
lo apenas entrevisto brilla
con insistencia
gira buscando el casco de botella
o el charco de lluvia
tras cualquier puerta que se abre
está la luna
tan grande y plana
tan fuera de lugar
como si de un cuadro se tratara
óleo sobre papel
endurecido por el tiempo
así cayeron en la mente
formas y colores
casualidades
azar que anuda sombras
vuelcos en la negra marmita
donde a borbotones
se cuecen gozo y espanto
crece el yeso de un cielo
mil veces lastimado
mil veces blanqueado
se borra el mundo y se vuelve
a escribir
hasta el último aliento
sólo esto
eternidad aparente
mísera astilla de luz en
la entraña
del animal
que apenas estuvo
Junto al pozo llegué,
mi ojo pequeño y triste
se hizo hondo, interior.
Estuve junto a mí,
llena de mí, ascendente y profunda,
mi alma contra mí,
golpeando mi piel,
hundiéndola en el aire,
hasta el fin.
La oscura charca abierta por la luz.
Éramos una sola criatura,
perfecta, ilimitada,
sin extremos para que el amor pudiera asirse.
Sin nidos y sin tierra para el mando
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juega con la tierra
como con una pelota
báilala
estréllala
reviéntala
no es sino eso la tierra
tú en el jardín
mi guardavalla mi espantapájaros
mi atila mi niño
la tierra entre tus pies
gira como nunca
prodigiosamente bella
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puedes contarme cualquier cosa
creer no es importante
lo que importa es que al aire mueva tus labios
o que tus labios muevan el aire
que fabules tu historia tu cuerpo
a toda hora sin tregua
como una llama que a nada se parece
sino a una llama