Temas Poetas

Antonio Martínez Sarrión

Poemas de Antonio Martínez Sarrión para leer.

Antonio Martínez Sarrión: Eslabones idénticos

Como la tea, que sirvió una vez
para alumbrar en el festín de bodas
y prender, de la novia, la pira funeraria,
con similar presura, desfilaron tus años.
Ni siquiera una ráfaga de viento
concedió tregua alguna a los instantes
que ahora, encadenados, se recuerdan.
Fue, asimismo, ilusoria suspensión
amar, leer, escribir y viajar. Y embriagarte.

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Eula Varner / Ornella Mutti: Poema de Antonio Martínez Sarrión en español fácil de leer

Antonio Martínez Sarrión: Excelentes tiempos para la lírica

¡Qué delicia escarbar en la pelambre
hasta dar con el cuero cabelludo
y allí cientos de liendres eruditas
ahítas de la sangre eminentísima
de talo tal talento alejandrino!
Felices con sus propias deyecciones
plasman en un papel los grumos últimos.
Como un rayo lo imprimen en itálicas,
y tras uso de zafa y toalla sucia,
y una vez ajustado busto y medias,
instalan su real cuerpo en Boulevard Cavafis
y les ingresa en cuenta el señor March.

Poemas cortosPoemas y poetas españoles

Antonio Martínez Sarrión: Homenaje al postismo

Hube de subvenir a unos zapatos,
perdón, quise decir a unos zapatos
que, si se portan bien, yo no los atos-
igo con mis lanzadas. A los patos

he echado mis zapatos garabatos
desmigándolos bien. O sea, en los tratos
con los tenderos pido unos zapatos
que no sean caros y no sean baratos.

No me entienden. Me lanzan los ingratos
pares de saldo, letras impagadas,
miradas de lujuria... Mas, los ratos

que así pierdo, se vuelven sosegadas
horas acariciando a mis dos gatos
cuando vuelvo a la clínica a patadas.

Poemas y poetas españoles

Antonio Martínez Sarrión: De la inutilidad de conspirar

Afrontar el desastre con los sueños
Halcones remachados a los guantes volatería
de los cuadros de género alas en las vitrinas
emplomadas
(Campo interior Alondras recordadas en el alba
bajando de luchar del Guadarrama)
Patetismo
de las momias rezando en los estantes
la sorda letanía de la guerra
del impudor de unos y las ganas
de morir o matar de las milicias
Aún están rodeando al viejo pulcro
al librero de viejo
ante los anaqueles abrasados de polvo
acariciando con manos temblorosas los libros de botánica
las mostrencas teorías de Kirotkin
bajo la sucia luz de una bombilla
Historia
ya tapiada viejo tiempo maldito
con interrogatorios a las sombras
Dado caído inexorablemente
pese al Gobierno de Negrín los tanques recienhechos en Jarkov
los consulados del alcohol en el Hotel Florida
el imbatido amor a la verdad
y de este modo
el invisible mago de los libros
el hombre de las trenzas conservadas en talco
recibe cada tarde las visitas sonámbulas de los viejos repúblicos
de las muchachas de las sindicales
mansamente vestidas ahora de marrón Y se intenta
remover la vergüenza Se convocan en sueños
las cohortes brutales de los senegaleses
en las pocilgas de Argèles
el culo al viento los torrentes
de lágrimas inútiles
mientras la historia de los hombres sigue
ante sus ojos congelados.

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Antonio Martínez Sarrión: Nadie recuerda ya

De sus bondades, se ponderan muchas,
tantas al menos como de esas triacas
de cuyo armario y orden se olvidó el boticario.
La poesía -según ya se escribió-
con artimañas de estratego «saca
del argumento conclusión sutil».
Pero ¿y lo poco airoso del escriba,
su irrelevancia o equivocidad
respecto a un cañamazo de vocablos y músicas
de consistencia nueva o suficiente,
de cierta condición escamondada
para que el artilugio, al menos, no fatigue?

Temblones, cuando no desorientados
por ese filo, náufragos sin leño,
ni siquiera datamos ya: la fecha
en que tal solipsismo se instalara
aparece borrosa en los anales. No es siquiera
precisa como arranque de epidemia mortal:
sí frasco de perfume que gastó ya su aroma
y al que un pueril apego nos impide trizar.

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Antonio Martínez Sarrión: La niña de siete años

mira que si estuviera destrozada
si ya fuese leña algún oscuro invierno
la mesa
la mesa de billar ya desechada
donde aquella sirvienta contaba obscenidades
y todos nos reíamos
enamorado tú?
qué tiempo en la cocina!
el cielo raso lóbrego
corrían los ratones dios qué risa
mi madre; mira mira los ratones
cómo se están volviendo a su agujero
la cortina de trapos amarillos
las cadenas
que oímos una noche de tormenta
tú patinando por aquel casino
con tu cara oriental
y nada que creí morirme
de amor
lo cierto es que te llevo muy adentro

Poemas y poetas españoles

Antonio Martínez Sarrión: Now′s the time

nada
más
nada
más que las sienes ardiendo
balcón hacia la noche navegantes
sin aguja imantada
rojas constelaciones con nombres de guerreros
la insufrible presión de Max Roach
conciso duro enérgico porque sí
porque hay niebla porque riegan y el dueño
ha de cerrar el club y todos muertos

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Antonio Martínez Sarrión: Now's the time

nada
más nada
más que las sienes ardiendo
balcón hacia la noche navegantes
sin aguja imantada
rojas constelaciones con nombres de guerreros
la insufrible presión de max roach
conciso duro enérgico porque sí
porque hay niebla porque riegan y el dueño
ha de cerrar el club y todos los muertos

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Antonio Martínez Sarrión: Ocho elegías con pie en versos antiguos

I

Setembrio trae varas, sacude las nogueras,
apretava las cubas, podava las vimbreras,
vendimiaba las viñas con fuertes podaderas:
no dexava los pássaros llegar a las figueras.
Libro de Aleixandre

A estas alturas, muestras vida mía,
sólo se trata ya de correcciones:
Tálamo oscuro: Mudas ventanas: Violines enfundados.
Sólo ya
de correcciones: Minucias: Dos centímetros más y el
dobladillo
puede servir de cuerda estrangulante. Autumn
Wind. Anochece. Brutalmente
anochece (el alcohol de septiembre viene muy rebajado).
Nunca tendré la fruta apetecida. No prendió
el vástago. El injerto
fue devorado por las hienas y el sucio podador estalló en
carcajadas.
Ajustan / Desajustan (Minucias: Correcciones). Cortan
despacio
el bosque. Talan ya en el vacío. Así, sin un sonido,
acabaran con los días incendiados
con las radiantes mañanas de nuestra juventud sin lugar
para el tigre.
Allí quedó el retrato arqueado por las llamas. Estas son
unas ramas de abeto ya dispuestas
para «the late late show»*.

* Sin duda es muy obvia para los conjurados la aclaración de que
The late late es el más madrugador programa de variedades que
la televisión U.S.A. emite antes de la odiosa gimnasia matinal.

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Antonio Martínez Sarrión: Profecía entre signos

Déjame
Renunciar a mi vida por esta vida, a mi palabra por
la no hablada.
T. S. Eliot

Aquí estarás
-déjame que invente esta tarde sin ti-
entre los utensilios prescindibles, ya de todo segura,
con la casa comida por la sal, y reíamos,
los cielos sofocantes del verano, aquí desnuda y tuya
(y algunos ratos mía) mientras vuelca el sirocco
mariposas quemadas, niños mudos, paladas
de cárdenos claveles -que tirábamos-
porque lo nuestro eran las margaritas pobres,
los caminos sin rumbo por el silente barrio
hasta encontrar el reto de las panaderías,
de las carpinterías con rótulos a mano,
de los atardeceres de color amaranto,
de las piernas sonámbulas y los ahumados pechos.

Aquí estarás, con la sonrisa tuya
entre gorrión mojado y huella del invierno
que de pronto nos abre los caminos de junio,
los fuegos de San Telmo en la ciudad inviable,
mientras, sobre el asfalto, sobre la atroz grisalla
insinúas -no dices- que el dentista es de níquel,
que la conspiración, de algún modo, hace agua,
que tu cuaderno azul se disolvió en el viento,
y que los dos zarpamos -abrazados y huérfanos-
rumbo al sueño, esa orden opaca e imperiosa,
que mañana remite, y allí estás, y aquí yo.

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Antonio Martínez Sarrión: Quesia

Era mansa, algo necia y se aovillaba
casi reciennacida en la caja de dulces
con un retal de fieltro a guisa de colchón.
Luego exploró la casa miedo a miedo
hasta imponer su ley a las butacas.
Acabó en trapecista y más de dos estores
hubo que desechar. Su estilo dio en precioso
y el reiterado tufo de tanta deyección
sólo era condonado al recortarse, regia,
contra el cegante murallón de junio.
Entonces me miraba, lamiéndose una pata
y brotaban dos chispas cinabrio por sus ojos
con las que suponía zanjado el incidente.
Pero no pudo ser. Y nadie me lo dijo.
De modo que una tarde, al volver del trabajo,
hambriento y blasfemando como siempre,
rastreé cual apache por suelos y guaridas.
Pero no podía ser, ya me habían advertido.
Y me senté en mi silla y me perdí en lo alto
y allí, tal vez me admitan -no sin pagar el diezmo-
al limbo estornudante de los gatos.

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Amado NervoFederico García LorcaGabriela MistralGustavo Adolfo BécquerJorge Luis BorgesLuis de GóngoraMario BenedettiOctavio PazPablo NerudaRosalía de CastroSan Juan de la CruzSor Juana Inés de la Cruz