Poemas de Aníbal Núñez para leer.
con pistolas, con rifles, con decretos.
Ángel González
Sabueso desdentado
no del todo: conservan
tu masticar de cada día las prótesis
caninas oficiales
la paga extraordinaria y el honor
de ser reconocido
como un guardián celoso
del orden prepotente en tu doble
cometido de cancerbero -orlado
por semanal incienso
y una intachable hoja de servicios-
y eficaz husmeador de pasos ilegales
de improntas digitales descarriadas...
ve a avisar a tu amo
llévale la panoplia de decretos
al borde de la cama
ve a lamerle el asiento dignatario
corre a dorar sus distintivos vuelve
al lugar destinado para que
te lleves a la boca
los restos del festín pero no olvides
-ejercita tu rabo entre las piernas-
las instrucciones (ya amarillas)
para el empleo del timbre
de alarma fiel mastís que viene el lobo.
Tu represión de niña emancipada
te hace empuñar
con asco amortiguado la boquilla
del rubio que apresuras
en consumir para quemar el tiempo
de la espera
-la pantera se aburre en el acecho
a cuestas con su espléndido pelaje-
para llenar las tardes de volutas
como tejía Penélope
la ausencia de su hombre
el mal presagio
SINTIENDO ESE PLACER
DEL HUMO EMBRIAGADOR
QUE ACABA POR PRENDER LA LLAMA ARDIENTE
DEL AMOR
para acabar volviendo
con una arruga más en el anzuelo
a tu tiniebla íntima
-te agarras a la almohada-
superpoblada de hojas amarillas
(nadie viene a quemarlas a incendiar
el cuarto de los trastes abrumado
de irremediables juanas
de arco a edulcorar
tus ganas
de salirte de madre
de que salten las lunas del asediante armario)
y no divisas moscas -como último recurso-
dispuestas a quedar presas de patas
en la miel cenagosa de tu rimmel.
1
Soterradas semillas
cenizas hácense
bajo cimientos rotos
2
Gesto de la doncella
en quebradizos pomos;
sangre la mano de los asaltantes
3
Harina calcinada.
impronta de azulejos,
huella de las vasijas;
el perfume voló cuando entraron los cuervos
4
Bóveda del aljibe;
los jóvenes cadáveres
por el brocal cayeron
5
Recogidas señales
para bajar al rio
un día sin merodeos
que no llegó
6
Mimbres y sedas:
todo ardió en la cruel alba,
nítida la victoria en el signo del garfio
7
Los remaches del yelmo,
el pecho de los mozos
saltaron. Dura muerte
escribió la inicial del viento inconsolable.
«Hermosas ninfas que en el río metidas
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de Vidrio sostenidas...»
...echad la llave no salgáis ya más a la ondulada piel de
la corriente grabad deprisa y para siempre el rumor de
las aguas -hoy contar podéis con aparatos de alta fidelidad-
haced acopio de imágenes de márgenes -sugiero que utilicéis
color en vuestras fotos- encerraros por siempre en
la morada dondo el jaspe sustenta diamantinas bóvedas
daros prisa mucha prisa
que vamos a soltar los sumideros
y el río sera ya en pocos segundos
dominio de la espuma detergente.
Y
seguirán diciendo es primavera
diciendo es primavera seguirán
es primavera seguirán diciendo es
lo más seguro pese a todo.
La rosaleda del chalé mantiene
relaciones cordiales con la baja
maleza del camino
Esto bastaba
para hacer una fábula, un cuento edificante
sobre la abolición de las barreras
sociales por amor. Añadiríamos
que una abeja dorada es la correveidile
y que sin que lo sepa el jardinero
ha brotado un rosal al otro lado
La sola exposición de estos detalles
de por sí moraliza: de su mera
contemplación surgió la moraleja,
la urgencia de escribirla
y un precoz sentimiento de sonrojo
intentando variar sin conseguirlo
el vuelo de la musa moralista
Esperemos...
que el lastre de verdad que la corona
la haga precipitarse y vuele libre
cuando haya perdido la cabeza
...sentados.
Tus ojos de ese verde
que no sube la bolsa ni los corceles pastan
-corceles son caballos guerreadores-
Tus ojos que me cuentan de fértiles inundaciones cíclicas
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
He metido las manos en el fuego
por saber si era cierto su suplicio
y supe -el si era o no lo supe luego-
que el saber esperar ya no es mi oficio.
Y lo es desesperar, quiera o no quiera,
y es el seguir no hallándote en lo oscuro
de esto que llaman llanto por ahí fuera
y yo de que es mi vida estoy seguro.
Y aunque tu mano tarda, a mí me duele
como si no llegara nunca. ahora
me entretengo en trenzar melancolía.
Después vendrá la pena como suele
venir: para avisarme que es su hora;
y el estar solo a hacerme compañía.
Morir soñando, sí, mas si se sueña
Ilusión es la muerte, fe la vida,
Guerra la paz; y si la paz se olvida
El tiempo al fin de eternidad se adueña.
La desgana de ayer ¿qué nos enseña
Deshaciéndose en hoy? Abierta herida
El empeño de hacer que la aprendida
Ventana dé al vacío que se sueña.
No se matan los sueños con la muerte.
¿A qué representarla con tal ceño?
Morir es aprender lo ya sabido,
Vivir la vida no es negar la suerte.
No sabemos, Miguel, si es que te has ido
O sigues con nosotros en el sueño.
Una palabra para hacer llover
está sobre el armario. No la toques
que lloverá en la estepa y los armarios
saldrán mañana a flote en los pasillos mudos.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Diosa
si el filo de la espuma está conforme
con el diseño de tus labios,
tu sonrisa repite lo levísimo
del azul que te dio vida perenne
pero
no eres hija del cielo ni del azul siquiera
que el cielo presta al mar; eres espuma
y todas las palabras de amor se desvanecen
en ondas que entrelazan el engaño
de agua.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Nada queda de nuestro
palomar blanco, donde
sentimos el primer
vértigo nada queda
del almendro en el que
imaginábamos lianas
y éramos dos tarzanes nada queda
de la tapia que el mundo dividía
en territorio apache
y en territorio sioux nada queda
del cuarto de las ratas
que olía a viejas historias y tampoco
queda nada me han dicho
de la terraza ni de la
galeria de cristal donde el sol en invierno
se acurrucaba como un gato nada
queda de la escalera
de caracol ya nada
del jardín con castaños con acacias
con ¿qué? donde aprendimos a montar
en bicicleta nada
queda de nuestra casa
primera
Hay una valla
y detrás nada, los expertos
han medido el terreno con sus metros cuadrados
con sus gafas cuadradas han aojado el terreno
con sus zapatos negros han sumado la tierra
de nuestra infancia que hoy no tiene
dónde meterse:
está prohibido
el paso a los ajenos a la obra.