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Angelo Poliziano

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Poemas de Angelo Poliziano para leer.

Angelo Poliziano: Balada de las rosas

Éranse en derredor violetas, lises,
entre la hierba renacidas flores
de azules, rojos, cálidos matices;
y pretendí que fueran sus olores
de tu rubio cabello los primores
con su vívida gracia engalanados.

Ya de flores colmados pecho y brazo,
vi las rosas de múltiples colores:
volé a llenar, entonces, tu regazo,
pues eran tan suaves sus olores
que el corazón se desató en amores,
de dulce anhelo en júbilo abrasado.

Y dije para mí: Jamás podría
señalar d'estas rosas las más bellas;
unas en su capullo todavía
otras pálidas, otras cual centellas
Amor díjome entonces: Toma aquellas
que sobre las espinas han cuajado.

Cuando abre sus pétalos la rosa
y más rosa es la rosa y más loada,
en tu diadema será más hermosa
que en el rosal, del viento deshojada.
Niña: que sea en su esplendor cortada
la bella rosa del jardín cerrado.

Versión de Carlos López Narváez

Poemas y poetas italianos

Angelo Poliziano: Balada V

Mirad que Amor me hizo un don ingrato,
pues me condujo a enamorarme en Prato.

Enamorado estoy de una doncella
a quien sólo de tarde en tarde veo.
Ni artes ni ruegos válenme con ella,
que envidia y celos miran mi deseo.
De cosecha esperanza no destella,
mas de tener sembrado el campo trato.
Mirad si amor me hizo un don ingrato,
que me condujo a enamorarme en Prato.

Poemas cortosPoemas y poetas italianos

Angelo Poliziano: Balada VIII

Quien quiera ver la célica morada,
de mi Hipálita, busque la mirada.

De los ojas de Hipólita desciende
el Ángel del Amor en llama viva;
el pecho frío como un ascua enciende
y el ánima tan dulcemente aviva
que cuando de la tierra se desprende
dice: «Al Edén he sido transportada».
Quien quiera ver la célica morada,
de mi Hipólita busque la mirada.

Versión de Carlos López Narváez

Poemas cortosPoemas y poetas italianos

Angelo Poliziano: Balada XIII

¡Bienvenga Mayo
justador y gayo!

Bienvenga Primavera
que prende los amores.
¡Muchachas! en hilera
con vuestros amadores.
¡Bienvenga Mayo
justador y gayo!

La que en beldad florece
sea de amor la sierva,
porque no reverdece
la edad como la yerba.
No se niegue superba
del sol al tibio rayo
con su amador en Mayo.

Versión de Carlos López Narváez

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Angelo Poliziano: Desgracia de amor

Llorad, piedras, mi dura maladanza:
es de otro la mies de mi labranza.

Siembro mi campo y otro la cosecha;
cubre mis horas la fatiga en vano;
es de otro el ave que mi sed acecha;
sólo la pluma quédame en la mano.
Otros calman la sed que me despecha;
otros ascienden, yo desciendo al llano:
llorad, piedras, mi dura maladanza:
es de otros la mies de mi labranza.

Versión de Carlos López Narváez

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Angelo Poliziano: Yo te doy gracias, Amor

Yo te doy gracias, Amor,
de toda pena y tormento,
y de hoy más estoy contento de todo dolor.
Contento estoy de cuanto he podido sufrir,
Señor, en tu hermoso reino;
ya que por tu merced, sin mérito mío,
me has dado tan gran prenda,
ya que me has hecho digno
de tan bienaventurada sonrisa,
que al paraíso ha llevado mi corazón.

Yo te doy gracias, Amor.
Al paraíso mi corazón han llevado
los bellos ojos risueños,
donde yo te vi, Amor, estar escondido
con tus llamas ardientes.
¡Oh, lindos ojos lucientes
que el corazón me habéis quitado!

Yo te doy gracias, Amor.
Ya temía yo por mi vida:
Mi señora vestida de blanco
con sonrisa amorosa me socorrió
gozosa, bella y honesta:
Matizada tenía la cabeza
de rosas y alhelíes,
y sus ojos al sol vencen en su esplendor.
Yo te doy gracias, Amor.

Versión de Carlos López Narváez

Poemas y poetas italianos

Estancias para un torneo: Poema de Angelo Poliziano en español fácil de leer

Angelo Poliziano: Oídme un poco, amantes

¡Ay! Oídme un poco, amantes,
si soy bien desventurado.
Una mujer me ha sujetado,
y ahora no quiere. oír mis quejas.

Una mujer el corazón me ha quitado,
y ahora ni lo quiere ni me lo devuelve;
me ha ceñido el cuello con un lazo ;
me abrasa, me enciende:
Cuando grito no me escucha;
cuando lloro, ella se ríe;
si me sana ni me mata;
y me tiene por suyo aun en tanto dolor.
¡Ay! Oídme...

Es mucho más bella que el sol,
más cruel que una serpiente:
Sus bellas maneras y sus palabras
de dulzura el alma llenan:
Cuando ríe, al momento
todo el cielo se serena.
Ésta mi bella sirena
me hace morir con sus cantos.
¡Ay! Oídme...

Aquí tienes mis huesos, aquí mi carne,
aquí mi corazón, aquí mi vida:
¡Oh cruel! ¿qué tratas de hacer con ellos?
Aquí tienes mi alma desmayada.
¿Por qué renuevas mis heridas
y te muestras ávidas de mi sangre?
Esta bella víbora sorda,
¿quién será que más la encante?
¡Ay! Oídme...

Versión de Carlos López Narváez

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