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Ángel Saavedra (Duque de Rivas)

Ángel Saavedra (Duque de Rivas)

Poemas de Ángel Saavedra (Duque de Rivas) para leer.

Sobre el poeta Ángel Saavedra (Duque de Rivas) [occultar]

El poeta que sobrevivió al exilio y reinventó el romanticismo español

Vida y eventos clave

Ángel Saavedra, conocido como el Duque de Rivas, nació en Córdoba en 1791 en una familia aristocrática. Su vida estuvo marcada por la turbulencia política: participó en la Guerra de la Independencia española contra Napoleón y luego fue exiliado por sus ideas liberales, viviendo en Malta, Francia e Italia. Durante su exilio, se sumergió en la literatura romántica europea, lo que transformó su estilo poético. Regresó a España en 1834 y se convirtió en una figura clave del Romanticismo español.

Críticas y controversias

Aunque celebrado por su innovación, el Duque de Rivas enfrentó críticas por su abrupto cambio del neoclasicismo al romanticismo, considerado por algunos como una traición a las tradiciones literarias españolas. Sus obras más dramáticas, como "Don Álvaro o la fuerza del sino", fueron tachadas de "excesivamente pasionales" por los círculos conservadores.

Pasatiempos y influencias

Saavedra era un apasionado de la pintura y la historia, actividades que influyeron en su obra. Durante su exilio, coleccionó arte y estudió a autores como Lord Byron y Walter Scott, cuyos estilos incorporó a su poesía. También disfrutaba de la equitación y la jardinería, temas que aparecen simbólicamente en sus escritos.

Estilo literario

Su escritura se caracteriza por imágenes vívidas, emociones intensas y un uso audaz del color local. Combinaba lo histórico con lo legendario, como en "Romances históricos", donde mezclaba folclore español con estructuras poéticas innovadoras. Fue pionero en romper con las rígidas normas métricas del neoclasicismo.

Obras más famosas

  1. Don Álvaro o la fuerza del sino (1835): Drama que inspiró la ópera "La forza del destino" de Verdi.
  2. Romances históricos (1841): Colección de poemas que recrean episodios medievales con un giro romántico.
  3. El moro expósito (1834): Poema narrativo que explora la identidad y el destierro, reflejando su propia experiencia.

El Duque de Rivas falleció en Madrid en 1865, dejando un legado que revitalizó la literatura española del siglo XIX.

La antigualla de Sevilla: Poema de Ángel Saavedra (Duque de Rivas) en español fácil de leer

Ángel Saavedra (Duque de Rivas): Cual Suele En La Floresta Deliciosa

Cual suele en la floresta deliciosa
tras la cándida rosa y azucena,
y entre la verde grana y la verbena
esconderse la sierpe ponzoñosa;

así en los labios de mi ninfa hermosa,
y en los encantos de mi faz serena
amor se esconde con la aljaba llena,
más que de fechas, de crueldad penosa.

Contemplando del prado la frescura
párase el caminante, y siente luego
de la sierpe la negra mordedura:

yo contemplé a mi ninfa, y loco y ciego
quedé al ver de su rostro la hermosura,
y sentí del amor el vivo fuego.

Poemas y poetas españoles

Al Faro De Malta: Poema de Ángel Saavedra (Duque de Rivas) en español fácil de leer

Ángel Saavedra (Duque de Rivas): Letrilla

Decidme, zagales,
¿qué fuerza tendrán
los ojos de Lesbia,
que así me hacen mal?
Desde que los vide
ni sé descansar;
perdí mi reposo,
no puedo parar.
Sin duda que fuego
oculto tendrán,
pues, cuando me miran,
me siento abrasar.
Mas no da este fuego
incomodidad,
sino solamente...
no lo sé explicar.
Decidme, zagales,
¿qué fuerza tendrán
los ojos de Lesbia,
que así me hacen mal?

Poemas cortosPoemas y poetas españoles

Ángel Saavedra (Duque de Rivas): A Lucianela

Cuando, al compás del bandolín sonoro
y del crótalo ronco, Lucianela,
bailando la gallarda tarantela,
ostenta de sus gracias el tesoro;

y, conservando el natural decoro,
gira y su falda con recato vuela,
vale más el listón de su chinela
que del rico Perú las minas de oro.

¡Cómo late tu seno! ¡Cuán gallardo
su talle ondea! ¡Qué celeste llama
lanzan los negros ojos brilladores!

¡Ay! Yo en su fuego me consumo y ardo,
y en alta voz mi labio la proclama
de las gracias deidad, reina de amores.

Poemas de AmorPoemas y poetas españoles

Ángel Saavedra (Duque de Rivas): La NiÑa DescolorÍa

Pálida está de amores
mi dulce niña:
¡nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!

Nunca de amapolas
o adelfas ceñida
mostró Citerea
su frente divina.
Téjenle guirnaldas
de jazmín a sus ninfas,
y tiernas violas
Cupido le brinda.

Pálida está de amores
mi dulce niña:
¡nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!

El sol en su ocaso
presagia desdichas
con rojos celajes
la faz encendida.
El alba en oriente
más plácida brilla;
de cándido nácar
los cielos matiza.

Pálida está de amores
mi dulce niña:
¡nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!

¡Qué linda se muestra
si a dulces caricias
afable responde
con blanda sonrisa!
Pero muy más bellas
al amor convida
si de amor se duele,
si de amor respira.

Pálida está de amores
mi dulce niña:
¡nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!

Sus lánguidos ojos
el brillo amortiguan;
retiemblan sus brazos:
su seno palpita;
ni escucha, ni habla,
ni ve, ni respira;
y busca en sus labios
el alma y la vida...

Pálida está de amores
mi dulce niña:
¡nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!

Poemas y poetas españoles

Ángel Saavedra (Duque de Rivas): Con Once Heridas Mortales

Con once heridas mortales,
hecha pedazos la espada,
el caballero sin aliento
y perdida la batalla,
manchado de sangre y polvo,
en noche oscura y nublada,
en Ontígola vencido
y deshecha mi esperanza,
casi en brazos de la muerte
el laso potro aguijaba
sobre cadáveres yertos
y armaduras destrozadas.

Y por una oculta senda
que el Cielo me depara,
entre sustos y congojas
llegar logré a Villacañas.

La hermosísima Filena,
de mi desastre apiadada,
me ofreció su hogar, su lecho
y consuelo a mis desgracias.

Registróme las heridas,
y con manos delicadas
me limpió el polvo y la sangre
que en negro raudal manaban.

Curábame las heridas,
y mayores me las daba;
curábame el cuerpo,
me las causaba en el alma.

Yo, no pudiendo sufrir
el fuego en que me abrazaba,
díjele; «Hermosa Filena,
basta de curarme, basta.

Más crueles son tus ojos
que las polonesas lanzas:
ellas hirieron mi cuerpo
y ellos el alma me abrasan.

Tuve contra Marte aliento
en las sangrientas batallas,
y contra el rapaz Cupido
el aliento ahora me falta.

Deja esa cura, Filena;
déjala, que más me agrabas;
deja la cura del cuerpo,
atiende a curarme el alma».

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