Francia: 1896-1966
Poemas de André Breton para leer.
Sobre el poeta André Breton [occultar]
Breton empleaba la escritura automática, técnica que buscaba plasmar pensamientos sin filtros racionales. Su prosa era onírica, cargada de imágenes disruptivas y asociaciones libres, rompiendo con las estructuras tradicionales.
Murió en París en 1966, pero su visión revolucionaria del arte y la literatura sigue inspirando a generaciones. El surrealismo, bajo su guía, transformó la cultura del siglo XX.
Tus miembros van desplegando a tu alrededor unas sábanas verdes
Y el mundo exterior
Hecho de puntos
No funciona ya las praderas han desteñido los días los campanarios se reúnen
Y el Puzzle social
Entregó su última combinación
Todavía esta mañana esas sábanas fueron apartadas hicieron vela contigo de un lecho prismático
En el castillo revuelto del sauce de ojos de lama
Para el cual con la cabeza abajo
Partí en otro tiempo
Sábanas almendra de mi vida
Cuando te vas el cobre de Venus
Inerva la hoja resbaladiza y sin bordes
Tu gran ala líquida
Se agita entre el canto de las vidrieras
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Cuando las ventanas, lo mismo que la mirada del chacal y el deseo, taladran la aurora, unas cabrias de seda me levantan sobre las pasarelas del suburbio. Llamo entonces a una muchacha que sueña en la casita dorada; se une a mí sobre el montón de musgo negro y me ofrece sus labios, que son piedras al fondo de un río presuroso. Velados presentimientos descienden los escalones de los edificios. Lo mejor es huir de los grandes cilindros cuando los cazadores cojean en las tierras destempladas. Si se toma un baño en el muaré de las calles, la infancia regresa a la patria, galga gris. El hombre busca su presa por los aires y los frutos se secan entre las rejas de papel rosa, a la sombra de los nombres desmesurados por el olvido. Las alegrías y las penas se esparcen por la ciudad. El oro y el eucalipto, de igual aroma, atacan los sueños. Entre los frenos y los edelweis sombríos reposan formas subterráneas semejantes a corchos de perfumistas.
De «Claro de tierra»
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Dame joyas de ahogadas
Dos pesebres
Una cola de caballo y una manía de modista
Después perdóname
No tengo tiempo de respirar
Soy un destino
La construcción solar me ha retenido hasta ahora
Y ahora sólo tengo que dejarme morir
Pide el baremo
Al trote con el puño cerrado sobre mi cabeza que suena
Un fanal en donde se abre una mirada amarilla
También se abre el sentimiento
Pero las princesas se agarran al aire puro
Tengo necesidad de orgullo
Y de algunas gotas comunes
Para calentar la marmita de las flores enmohecidas
Al pie de la escalera
Divino pensamiento en el cristal estrellado del cielo azul
La expresión de las bañistas es la muerte del lobo
Tenme por amiga
La amiga de los hogueras y los hurones
Te mira en dos veces
Lee tus penas
Mi remo de palisandro hace cantar tus cabellos...
En el fondo de la sombrilla veo a las maravillosas prostitutas
Con su vestido un poco ajado junto al farol color de los bosques
Se pasean con un gran pedazo de papel mural
Como no se puede contemplar sin que se oprima el corazón
los viejos pisos de una casa en demolición
O una concha de mármol blanco desprendida de una chimenea
O una red de esas cadenas que detrás de ellas se enredan
El gran instinto de la combustión se apodera de las calles
donde ellas permanecen
Como flores asadas
Los ojos levantando a lo lejos un viento de piedra en los espejos
Mientras se abisman inmóviles en el centro del torbellino
Nada iguala para mí el sentido de su pensamiento desaplicado
La frescura del arroyo en el que sus botines mojan la sombra de su pico
La realidad de esos puñados de heno cortado en donde desaparecen
Veo sus senos que ponen una punta de sol en la noche profunda
Donde el tiempo de inclinarse y erguirse es la única medida
exacta de la vida
Veo sus senos que son estrellas sobre olas
Sus senos en los que llora para siempre la invisible leche azul
Versión de Manuel Álvarez Ortega
Arte de los días arte de las noches
La balanza de las heridas que se llama Perdona
Balanza roja y sensible al peso de un vuelo de pájaro
Cuando las amazonas de cuello de nieve con las manos vacías
Empujan sus carros de vapor sobre los prados
Veo esa balanza sin cesar enloquecida
Veo el ibis de bellos modales
Que regresa del estanque atado en mi corazón
Las ruedas del sueño encantan a los espléndidos carriles
Que se elevan altísimos sobre las conchas de sus vestidos
Y el asombro salta de aquí para allá sobre el mar
Ve mi querida aurora no olvides nada de mi vida
Toma estas rosas que trepan en el pozo de los espejos
Toma los latidos de todas las pestañas
Toma hasta los hilos que sostienen los pasos de las marionetas
y de las gotas de agua
Arte de los días arte de las noches
Estoy en la ventana muy lejos de una ciudad llena de terror
Fuera unos hombres con sombrero de copa se persiguen a
intervalos regulares
Semejantes a las lluvias que amaba
Cuando hacía tan buen tiempo
«La ira de Dios» es el nombre de un cabaret al que entré ayer
Está escrito sobre la portada blanca con letras más pálidas
Pero las mujeres-marineros que se deslizan detrás de los cristales
Son demasiado hermosas para tener miedo
Aquí nunca el cuerpo siempre el asesinato sin pruebas
Nunca el cielo siempre el silencio
Nunca La libertad sino por la libertad
Versión de Manuel Álvarez Ortega