Poemas de Adelardo López de Ayala para leer.
Sobre el poeta Adelardo López de Ayala [occultar]
López de Ayala dejó un legado duradero en la literatura española, especialmente en el género dramático, donde su voz crítica y su estilo refinado siguen siendo estudiados.
¡Es ella..! Amor sus pasos encamina...
Siento el blando rumor de su vestido...
Cual cielo por el rayo dividido,
mi espíritu de pronto se ilumina.
Mil ansias, con la dicha repentina,
se agitan en mi pecho conmovido,
cual bullen los polluelos en el nido
cuando la tierna madre se avecina.
¡Mi bien! ¡Mi amor!: ¡Por la encendida y clara
mirada de tus ojos, con anhelo
penetra el alma, de tu ser avara..!
¡Ay!, ¡ni el ángel caído más consuelo
pudiera disfrutar, si penetrara
segunda vez en la región del cielo!
Quisiera adivinarte los antojos,
y de súbito en ellos transformarme;
ser tu sueño, y callado apoderarme
de todos tus riquísimos despojos;
aire sutil que con tus labios rojos
tuvieras que beberme y respirarme;
quisiera ser tu alma, y asomarme
a las claras ventanas de tus ojos.
Quisiera ser la música que en calma
te adula el corazón: mas si constante
mi fe consigue la escondida palma,
ni aire sutil, ni sueño penetrante,
ni música de amor, ni ser tu alma,
nada es tan dulce como ser tu amante.
Mil veces con palabras de dulzura
esta pasión comunicarte ansío;
mas, ¿qué palabras hallaré, bien mío,
que no haya profanado la impostura?
Penetre en ti callada mi ternura,
sin detenerse en el menor desvío,
como rayo de luna en claro río,
como aroma sutil en aura pura.
Ábreme el alma silenciosamente,
y déjame que inunde satisfecho
sus regiones, de amor y encanto llenas...
Fiel pensamiento, animaré tu mente;
afecto dulce, viviré en tu pecho;
llama suave, correré en tus venas.
Encendido en sus propias llamaradas,
la sed devora al luminar del día,
y, eterno amante de la noche fría,
persigue sus espaldas enlutadas.
Ansioso de sus sombras regaladas,
en vano corre la abrasada vía;
que él mismo va poniendo el bien que ansía
donde nunca penetran sus miradas.
La dicha ausente, y el afán consigo,
arde y redobla su imposible instancia,
llevando en sus entrañas su enemigo...
¡Así corro con bárbara constancia,
y siempre encuentro mi ansiedad conmigo
y el bien ansiado a la mayor distancia!
Me parecen tus pies, cuando diviso
que la falda traspasan y bordean,
dos niños que traviesos juguetean
en el mismo dintel del Paraíso.
Quiso el amor y mi fortuna quiso
que ellos el fiel de mi esperanza sean;
si aparecen, de pronto me recrean;
cuando se van, me afligen de improviso.
¡Oh, pies idolatrados; yo os imploro!
Y pues sabéis mover todo el palacio
por quien el alma enamorada gime,
traed a mi regazo mi tesoro
y yo os aliviaré por largo espacio
del dulcísimo peso que os oprime.