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(él es el mensaje)
ciento cincuenta canales
de televisión y nada que ver
absolutamente nada
la misma mujer el mismo
hombre los mismos
repitiendo infinitamente
el absoluto sin sentido
de sus vidas en pantalla
chica sus vidas chicas
en pantalla donde
únicamente es noticia
verdadera la apariencia
el control electrónico
saltando de la nada
a la sometida existencia
que muele sobre ti
Poemas cortosPoemas y poetas venezolanos
En la gélida noche rugen los huracanes.
«A Diotima», Hölderlin
Estremecidas como naves
acacias emergidas de un paisaje antiguo
y no obstante batidas en su fuego
bajo la negra luz de atardecida
yo miro yo asisto
a este mínimo esplendor tan denso
yo palpo
la intermitencia de las arboladuras
su fuego girante delirante
enmarcadas en un éxtasis grave
como desposeídas lanzadas al abismo
así de grande
en un follaje poblado de sombras agitadas
las miro
frente a la piedad de mis ojos
bajo los huracanes de la Noche.
a Alvaro Mutis
Cruzo la calle Marx, la calle Freud;
ando por una orilla de este siglo,
despacio, insomne, caviloso,
espía ad honorem de algún reino gótico,
recogiendo vocales caídas, pequeños guijarros
tatuados de rumor infinito.
La línea de Mondrian frente a mis ojos
va cortando la noche en sombras rectas
ahora que ya no cabe más soledad
en las paredes de vidrio.
Cruzo la calle Mao, la calle Stalin;
miro el instante donde muere un milenio
y otro despunta su terrestre dominio.
Mi siglo vertical y lleno de teorías...
Mi siglo con sus guerras, sus posguerras
y su tambor de Hitler allá lejos,
entre sangre y abismo.
Prosigo entre las piedras de los viejos suburbios
por un trago, por un poco de jazz,
contemplando los dioses que duermen disueltos
en el serrín de los bares,
mientras descifro sus nombres al paso
y sigo mi camino.
El aire ya no es aire, sino aliento;
el agua ya no es agua, sino espejo,
porque el agua es apenas tu reflejo
y ruta de tu voz es sólo el viento.
Ya mi verso no es verso, sino acento;
ya mi andar no es andar, sino cortejo,
porque vuelvo hacia ti cuando te dejo
y es sombra de tu luz mi pensamiento.
Ya la herida es floral deshojadura
y la muerte es fluencia de ternura
que a ti me liga con perpetuos lazos:
tornóse en rosa espléndida la herida
y ya no es muerte, sino dulce vida,
la muerte que me das entre tus brazos.
Fue en un bosque petreo donde el condor desplego el instinto
y se hizo vuelo eterno en pliegues memoriosos.
Festivo imperio sobre cumbres invencibles.
Comprendo el sentido.
Cientos de luceros encendieron un himno
el suelo fue duelo y destino de muchos.
Hombres que siendo nidos dispusieron tiempo.
Mujeres con pulso fuerte, empezo entero.
El territorio fue hecho con simiente verde.
Crecio un continente
un metro cientos de gestos
distintos rostros credos diferentes.
Un rocio lento mojo los esfuerzos
se removieron escombros con fiebre que no cede
surgieron terrunos, montes llenos de breos.
Lobos y corderos comieron restos de todos los sueos.
El mundo se hizo estoril
no contiene ni crece.
Fue en un bosque potreo donde el condor desplego el instinto
y el universo vertio un diluvio de peces.
Tiempo corto
resurrección y muerte.
Me pierdo en un destierro que consume simbolos
sobrevivire
del condor heredo el instinto.
En mi aldea
cuando niño
nunca creí en otra aldea,
nunca soñé en otra tierra.
Recortaba sus crepúsculos
y apacentaba sus nieblas.
Cristales me daba el río,
pájaros me dio la huerta.
Con un caracol de monte
vida tuvo una flor nueva.
Preso entre cuatro horizontes
pasé mi niñez entera.
Después descubrí un camino
Nacido al pie de mi aldea.
Poemas cortosPoemas y poetas venezolanos
alguien
deberá perpetuar mi necedad
ser el vástago
entre ninguno
serás elegido
no habrá preguntas
sólo tú
vuelto náusea
Poemas cortosPoemas y poetas venezolanos
Conversaciones que venían
Hoscas
Buscándonos
Gentes del sueño y Gentes del Viento
Árboles ventosos y golpes en el corazón
Y al cabo estábamos volando
conversando
Árboles ya y gentes del sueño y vientos
(con el alma errada y un errante árbol
Furiosos, Incorpóreos,
dando vueltas en torno a la vida
y desentrañándonos
desentrañándonos
Más allá de nosotros.
Poemas cortosPoemas y poetas venezolanos
Esa ignorante mujer
cuyo estudio no ha pasado
de ratos
lame la sal de la ausencia
y te extraña
y agita su celo de perra
en la calma espera tanta.
Corta las venas
la aguda canción de las estrellas heladas.
Es tan tarde y no vienes
oh amigo
oh Fabio mío
Inclínate a ella una vez más
te pido.
Sopla en este árido barro,
que no lo disperse el viento
este polvo exasperado.
Erízala toda,
recógela
en el cuenco de tu mano,
dale su exacta forma
tal cual esta esmaltada jarra
que ayer no más
tocó tus labios.
Hazla esa cosa simple,
duradera
confiable,
centrada en la donación de sí,
libre de distracciones
y dispendios raros
y
oh amado dueño mío
despiértala,
oh sí
despiértala sin piedad
aunque llegases tarde demasiado.