Temas Poetas

Poemas y poetas paraguayos

Delfina Acosta: Angelus

Quién pudiera aprender los largos versos
que saben las oscuras golondrinas;
ellas retornan al oír el canto
de lo que fue un lejano Ave María.
Quién dijera de pronto al recordarme:
delante de una lámpara encendida
dejaba en cada línea de papel
los versos que las páginas perdían.
Solía al ver crecidas su melena,
su lágrima y su uña andar sombría.
Y le han crecido por andarse triste
en vez de cualquier cosa, margaritas.
Y que se diga un dulce cuento al niño:
bajó la muerte a ella cierto día
en que la lluvia se volvió una gota
sobre la rosa que perdió la vida.

Poemas y poetas paraguayos

Delfina Acosta: Antes del olvido

Acaso es tarde.
No importa ya
que con favor del diablo
coloque mis jazmines en la acera,
mi zapato de tierra
en la ventana,
y me quede
en cuclillas,
aguardando,
que alguien golpee de una vez mi puerta.
No importa ya
que con las gotas
de un día que en la fiesta fue lluvioso,
yo moje mis cabellos y mejillas,
y me quede sentada,
parpadeando,
sobre el sillón de mimbre, en la penumbra.
Acaso es tarde.
Acaso el tiempo
me llegó de golpe
por andarme de madre,
por andarme de hija,
y este fuego nocturno
que sube por mis huesos,
este aullido feroz
que levanta mi sangre,
ya no son señales
para llamar a nadie.

Poemas y poetas paraguayos

Delfina Acosta: Apuntes esenciales

a Agnes Hazenbosch

Llevo contando el cierzo, el aire, el suelo,
la bruma, los geranios y el rocío.
Sumo la hierba, el sol, la sombra nueva
de la cosecha convertida en trigo.
Anoto auroras, tallos, ramas, fuego,
crepúsculos, maderos y navíos.
Procuro no olvidar ningún silencio,
ninguna media voz, ningún testigo.
Y ahora sé que aún estoy en falta
con tantos mundos. Este es mi libro:
un transcurrir del día innumerable,
de cuanto se han callado los espinos
para que se dijeran los amantes.

Más puede mi palabra que el olvido.

Se escriben muchas cosas, pero olvidan
el pueblo a media luz, algún ladrido,
las sábanas recién desarregladas,
aquel amor que nace clandestino.

Poemas y poetas paraguayos

Delfina Acosta: Aquella que te amó

Palomas de repente en mis mejillas.
Un sacudir de alas si regresas,
amante, a mi presencia y me perdonas
y arrancas de mi amor la sola queja.
Me juras por tus muertos, yo te juro
por Dios que a los demonios atormenta.
Y en brasas se convierten las palabras.
En pájaros sangrientos que pelean
por las migajas de las hostias últimas.
Ámame hombre en esta noche negra.
Mi historia es ésta: un lecho solitario,
un despertarme atada siempre a hiedras
y una almohada llena de tu rostro.
Mi vida toda es sólo sueño, niebla.
Mas llegas y mi voz ya no es cautiva.
Y aquella que te amó, se me asemeja.

Poemas y poetas paraguayos

Elvio Romero: Así nos completamos

Al comienzo el amor, buena muchacha,
al comienzo el amor, las soledades
y las noches doradas.

Al comienzo el amor. Y adivinabas
que el pecho que nutría tus anhelos
te invitaba a su marcha.

Te trajo aquí el amor. Y nuestras ramas
buscaron conseguir pronto la altura,
pronto una tierra honrada.

Bastó mirar alrededor. Y el alba
entró resuelta a gobernar el fuego
tibio de nuestras ansias.

Te trajo aquí el amor. Y ya la casa
del amor se inundaba con los sueños
de libertad, amada.

Levantaste los tajos. Te surcaba
la misma chispa con que yo encendía
la mecha de mis lámparas.

Ya no hubo entonces soledad; ya nada
pudo turbar esa quietud profunda
que vive en tus palabras.

Y hallaste lo que es hoy tu nueva patria:
el sueño justo, el pretender sin tregua
una firme esperanza.

Así emprendemos ya, juntos, la marcha.
Y nada es duro entre los dos, por dura
que sea la batalla.

Por triste y dura, pues la vida traza
para los dos una fragante ruta
radiante y fecundada.

Así nos completamos. Somos altas
simientes injertando otras simientes,
otro sol, otras caras.

Al comienzo el amor, buena muchacha,
para lograr después, palpando el día,
la libertad mañana!

Poemas y poetas paraguayos

Elvio Romero: Así es ella, me dije

Así es ella, me dije; es la alegría
remota y honda que de pronto llega
a despejar el nudo que se debe
desanudar en la penumbra inquieta.

Noche y albor, me dije,
todo llegó a mi corazón por ella;
llegó el sabor oculto del deseo,
el presagio de ardor que en mí resuena.

Es mi cuerpo, me dije,
reconociendo su esplendor en ella,
el bosque entero de mi sangre, el pulso
y el latido secreto de su fuerza.

La imagen que conservo
de las verdes raíces de mi tierra;
ella es el tiempo mío, el del verano
en el regazo inmóvil de la siesta.

Así mismo, me dije,
es su fulgor herido en la belleza,
ella es el largo trecho recorrido
surtiéndose de entraña y sementera.

Así mismo, me dije,
callado abrigo que abrigó mis huellas,
el justo sueño que escogí en la lucha,
la libertad por la que canto es ella!

Poemas y poetas paraguayos

Delfina Acosta: Aunque sopló tus párpados

Aunque sopló tus párpados la muerte
el aire de tus odas sigue puro,
por eso te converso en esta tarde
Neruda, hermano, y traigo en mi saludo
la letra titilante de la brisa,
la hiedra vigorosa de los muros,
las siete vanidades del zafiro,
y las pestañas de mi amor desnudo.
La paja de las cosas más sencillas
subió por tu palabra haciendo un humo
con que llenaste casas y poblados.
Y a aquella hoguera no faltó ninguno.
Y a quien no fue me puse a hablar de ti.
Le sigo hablando en este soplo y pulso.
Ya todos aprendieron tu lección
de rosa roja en un cerrado puño.
Los niños te saludan. Canta el agua
con tu canción. Y luego le hace dúo
aquel silbido de las verdes piedras
por las que sopla el cuerno de los juncos.
Adiós. Buen día. Que descanses, Pablo.
Tu amigo y tu enemigo están de luto
por ti calientemente muerto ayer.
¡Y sin embargo vivo cual ninguno!

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Renée Ferrer: Bajel del viento

La complicidad de mi cama
se ha vuelto un campo ingrávido y lejano;
ya no tiene largueros ni pies ni cabecera.
Es una interminable llanura incandescente
donde mi ser se calma.
Desprendida del mundo brujulo entre los astros;
deshabito el incógnito territorio del cuerpo,
destrabando mis jarcias,
y parto
desplegando los brazos,
desamarrada y leve:
bajel de viento.

Poemas cortosPoemas y poetas paraguayos

Herib Campos Cervera: Balada para los árboles ausentes

Por el camino de plata
- confudido entre penumbras -
vinieron ocho asesinos
con hachas recién fundidas.

Sobre el filo sin herrumbres
pasa el viento de la noche
y abraza luego el follaje
para decirle, en secreto,
que vienen ocho asesinos
con hachas recién fundidas.

¡Cómo tiritan las nubes!
¡Oh, Dios mío, cómo lloran
las estrellas y los pájaros!
¡Cómo lo noche inocente
quiebra su voz de silencios
y su música de plata!

Se desnudaron el torso;
miraron de abajo a arriba
y entre la fiesta del verde,
cada cual marcó su crimen.
Alto al cielo subieron
los hierros recién fundidos;
y al bajar volvían rugiendo
por las bocas de sus filos;
ni las nubes, ni los pájaros
pudieron dejarlos ciegos.

El follaje se estremece
como si fuera a morirse;
las estrellas tienen frío
de ver el hierro desnudo
y el agua del alba viene
para llorar con la luna.

Huyeron los asesinos
con sus hachas como espejos
los pájaros ya no tienen
donde colgar sus canciones.

El viento se va en sollozos
llevando sus hojas muertas,
mientras lo noche de plata
quiebra su voz de silencios
y su música de lunas.

Cuando fue otra vez el día,
la presencia de una ausencia
lloraba el sol su tristeza
de cicatriz desolada.

Poemas y poetas paraguayos

Delfina Acosta: El beso

Voy a contarte un cuento que otras saben.
Las menos como tú jamás supieron.
Era un juego de a dos pues se enfrentaban
un rey hermoso y una reina a besos.
Y érase que ella alegre se moría
como última tecla en cada beso.
Y él riendo tomaba con su boca
un poco de su lengua y de su aliento.
Pasó el verano bajo el puente chino,
sopló el otoño y garuó el invierno,
volvió la primavera y se marchó
detrás de un par de niños aquel juego.
Y érase esa mujer que aún lo amaba,
y moría de pena, pero en serio.
Y érase la tristeza en el ciprés
la hora en que llovía en ese reino.

Poemas y poetas paraguayos

Elvio Romero: El beso

Germina un beso puro en nuestro pecho,
un beso que es un poco pan de tierra,
un poco arena y vuelo.

El beso es una ráfaga, un sereno
fulgor que se arremansa en la morada,
un masculino aliento.

La única perla que en mi alforja llevo,
la única luz que arrebaté a mi sombra,
su único alumbramiento.

Es una oscura exhalación, deseo,
un aire tibio que la sangre orea,
un luminoso fuego.

Es un activo manantial, un suelto
clavel sonoro entre los labios, agua
de cántaro opulento.

Es una alondra enloquecida, en celo,
delirante y nupcial entre las nubes,
levísimo gorjeo.

Mujer: hoy dejo este profundo beso,
que ensancha la creación, entre tus faldas,
temblor del firmamento.

Por él su peso alivian mis maderos,
por él subo a los árboles, te busco,
por él te pertenezco.

Por él la ruta es breve, por él peso
el péndulo de sol que te corona,
pulso un afán de sueño.

Por él nacerá el hijo, por él veo
que habrán de prolongarse mis raíces,
mis primarios silencios.

Por él mi propia rectitud defiendo,
por él mi descendencia irá sembrando
sus verdes alimentos.

Por él bajo a la tierra y la poseo,
por él barajo el alma, un poco arena,
un poco arena y vuelo!

Poemas y poetas paraguayos

Delfina Acosta: Boda patética

Que no sea en otoño, ni en verano.
Yo querría que fuese en primavera;
dará setiembre entonces sus primicias
y los jazmines abrirán las rejas.
Caerán besos de adiós en mis mejillas.
Mis ojos como lágrimas abiertas
se cerrarán en boca de mi amado.
¡ Que no será velorio, sino fiesta !
Un tocador con mar confeccionado
hará rodar sobre mi sien realeza.
En la brumosa esquina del salón,
cualquier pedido tocará la orquesta.
Y sonarán las notas de Gardel.
Se oirá este coro: «El día que me quieras...»
Me iré a casar. Empezará a llover
y los jazmines cerrarán las rejas.

Poemas y poetas paraguayos

Amado NervoFederico García LorcaGabriela MistralGustavo Adolfo BécquerJorge Luis BorgesLuis de GóngoraMario BenedettiOctavio PazPablo NerudaRosalía de CastroSan Juan de la CruzSor Juana Inés de la Cruz