Ábrese el fuego, y salta la burbuja
metálica de un pez; barre los ojos
una flor instantánea; doble salto
mortal, ensaya el corazón. Amigos,
algo mejor gocemos que un lamento.
Ya, para no caerme, estoy colgado
de tu clavo, alegría; de tu absorto
badajo, de tu azúcar infalible
de mujer conseguida.
Has caminado
de gusto, te has sentado de gusto,
has llorado de gusto hasta reírte.
Eras tuya, y bailabas, y las piernas
no te dolían tanto. Y es domingo.
Escaleras del aire, pan del día,
turquesa el vuelo entre nosotros.
Y de pronto es domingo,
y hay gente, y es de fiesta
y fraterna la gente, y es ahora,
y hay el viaje y la carta recibida
y el intercambio de la contraseña,
y la risa espiral regocijada.
Risa del pobre, cúpula sin suelo
por sí misma orquestándose;
música sin orquesta que la amarre,
deslimitándome, soldándome,
compacta, el dentro y el afuera.
Desde la almendra glandular me encumbras,
desde las cuatro alcobas
cordiales, me trabajas, alegría;
plural jarabe, rosa visitante,
llave de toda cerradura.
Amigos, ha pasado la nocturna
concepción de los cantos, y la víspera
de cristal doloroso, y la semilla,
y está el deleite con nosotros
como vino de suyo madurado.
Y está en las manos el solemne
fulgor; el número premiado
en esta lotería de campanas.
Abrí la verja de hierro,
Sentí como chirriaba, tropece en algún tronco
y miré una ventana encendida, pero la madrugada
devoraba las hojas y tú no estabas allí diciéndome
que el mundo está roto y oxidado. Entré,
subí en silencio las escaleras, abrí otra puerta,
me quité el saco, me senté, me dije estoy sudando,
comencé a golpear mi pobre máquina de hablar,
de roncar y de morir (tú dormías, tú duermes, tú
no sabes
cuánto te amo), me quité la corbata y la camisa,
me puse el alma nueva que me hiciste esta tarde,
seguí tecleando y maldiciendo, amándote
y mordiéndome
los puños. Y de pronto llegaron hasta mí
otras voces:
iban cantando cosas imposibles y bellas, iban
encendiendo
la mañana, recordaban besos que se pudrieron
en el río,
labios que destruyó la ausencia. Y yo no quise decir nada
más: no quiero hablar, acaso en el chirrido
de la verja rompí cruelmente el aire de tu sueño.
Qué importa entrar o salir o desnacer.
Me quito los zapatos
y los lanzo ciego, amorosamente, contra el mundo.
Lo demás es palabra
Palabra que palpita
en esa cumbre
en aquella brizna
en la vana música del gorrión
y en la techumbre donde posa
palabra que me llama y me asiste
en el renglón de este trazo pasajero
No importa cuan lejos esté el mar
porque está aquí la palabra mar y su sirena
Tu nombre me atrapa con su malla
sortilegio sonoroso
que me asalta desde las vírgenes fauces
de algún numen oculto
en la inocencia de esta fronda
esta galaxia fresca
presta a la caricia de mi mano
(¿Y si de pronto
brota el dios de esta guija
de esta fuente?)
Nada quita
el silencio de un recuerdo
el silencio aún mayor y seco del papel
donde leo estos racimos
amasijo de pétalos
anunciando la inminente palabra-rubí
palabra-joya: Cerezo
Me queda el jardín de Kenrokuen
me queda la luz y la palabra
Mientras nosotros escribimos
la vida pasa fuera con su lámpara
Mientras nosotros amamos
todo lo escrito carece de importancia
Mientras bebemos y cantamos
el amor nos traspasa sin herirnos
Mientras estamos aquí
algo sucede
Tal vez abril
Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos
Abril es ella quien habla por tus labios
como un joven sonido desnudo por el aire
En la noche ha volado con tu vuelo más alto
con risa de muchacha
como el fuego nocturno de los frutos del viento
donde vibran los pájaros
Manzana del amor
su voz bajo la lluvia es un pescado rojo
Embarcada en sus cuencos con los ojos absortos
es la virgen gaviota que ha bebido del mar
en el agua su sol mariposa de luz
Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos
Al norte de Tallahassee está Velda Dairy.
En Velda Dairy se extinguieron las vacas.
En Velda Dairy, cuando la noche asombra el rostro de los pinos, suceden
cosas extrañas.
Habitan pacíficamente cocodrilos y ardillas, alebrijes y patos, ranas y
pescados.
No es temporada de mariposas en Velda Dairy
mas las hojas de los árboles que abandonan a sus padres se mantienen en el
aire como pequeños planeadores de aluminio.
Animación de voces:
aviones en busca de una pista de aterrizaje, grillos y pájaros, el piano de una
iglesia.
Una ardilla se acerca, toma un poco de queso, pregunta si conozco a Francis
Ponge.
Las plantas de Velda Dairy, cansadas de florecer, dan peces de colores;
brillan, aletean, huelen a tulipán y no tienen espinas.
No se requiere caña de pescar, ni siquiera un lago;
sólo cántales o ponles música de Chuck Barry
y regala a tu amante un luminoso ramo de peces.
Para Rebeca, Juan Calos y Noemì,
árboles de Velda Dairy
No es la sombra del aire lo que brilla
en los bordes pulidos de las copas,
ni luz iridiscente que trasvase
los ruedos de cristal. Son otras voces
de qué ayer, de cuál silencio sin huella
o cielos de humedad lo que subsiste
en sus bocas perladas por el frío.
A simple vista nada es irregular
en el círculo abierto que cerramos
en honor de la noche. Pero acaso
el tacto de esos labios nos bosqueje
con cada sorbo helado la sonrisa.
Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos
Como una limpia mañana de besos morenos
cuando las plumas de la aurora comenzaron
a marcar iniciales en el cielo. Como recta
caída y amanecer perfecto.
Amada inmensa
como un violeta de cobalto puro
y la palabra clara del deseo.
Gota de anís en el crepúsculo
te amo con aquella esperanza del suicida poeta
que se meció en el mar
con la más grande de las perezas románticas.
Te miro así
como mirarían las violetas una mañana
ahogada en un rocío de recuerdos.
Es la primera vez que un absoluto amor de oro
hace rumbo en mis venas.
Así lo creo te amo
y un orgullo de plata me corre por el cuerpo.
Así llegó la madre de mi abuela
a la Habana,
altiva hija de un continente antiguo
y ni el sol de las Antillas pudo arrancar una destello caribe
a sus mejillas
Así llegó la bisabuela a la isla
asombrillada.
Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos
Dame, llama invisible, espada fría,
tu persistente cólera,
para acabar con todo,
oh mundo seco,
oh mundo desangrado,
para acabar con todo.
Arde, sombrío, arde sin llamas,
apagado y ardiente,
ceniza y piedra viva,
desierto sin orillas.
Arde en el vasto cielo, laja y nube,
bajo la ciega luz que se desploma
entre estériles peñas.
Arde en la soledad que nos deshace,
tierra de piedra ardiente,
de raíces heladas y sedientas.
Arde, furor oculto,
ceniza que enloquece,
arde invisible, arde
como el mar impotente engendra nubes,
olas como el rencor y espumas pétreas.
Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.