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Poemas y poetas canadienses

Agua secreta: Poema de Françoise Roy en español fácil de leer

Françoise Roy: Se anuda la voz

Se anuda la voz alrededor de un mástil invisible que me creció durante las tormentas de mi infancia.
La espiral que describe al completar el nudo es tan veloz y me marea a tal grado que pido clemencia. Está apretado al punto de que la palabra más venenosa (conozco mujeres que las fabrican con leche de murciélago, colas de lagartija, extractos de plantas urticáceas y zumo de frutas incomestibles) queda atrapada en el corazón interior del lazo.
Oigo la castañuela de las bocas emitir golpes secos, golpes de madera que se rompe contra el manto líquido del aire.
Mientras me dicen de cosas, las manos de mi voz salen, al unísono, del tronco de mis cuerdas vocales. Describen la espiral que se parece al caduceo, atrapan lo que yo iba a decir y lo añaden al nódulo, ya de por sí muy ceñido, como una vuelta más.

Tomado de Razones para la redención del zafiro, Ed. Filodecaballos, Guadalajara, México, 2003.

Poemas y poetas canadienses

Françoise Roy: La caja de Pandora

Abrí sin malicia. Curiosidad femenina, usted sabe. La vasija venía sellada. Pero la hoz del destino tiene el poder de arrebatar luz al día. Y en la granada de su boca, el hado arrebaña sus demonios mientras me dice que yo, y cada uno de nosotros que cayó como lluvia en este lugar, somos también una caja.
Acopiando fuerzas, procuro cerrar la tapa. Es imposible. Un remolino aprisionado durante siglos en el hermético cántaro de las profundidades empieza a salir como viento en procela, arrastrando en su cauce seres que me habitaban desde un lupanar cerrado a llave: un dragón con un frasco de elixir del olvido en las garras, una sacerdotisa pregonando la inminencia de un eclipse de sol, un ángel negro y desnudo con rasgos de sátiro que se abanica con un ramo de siempreviva, enanos dedicados a la forja, alimañas cojas, tuertas o sin patas, un buitre con una gavilla de pasionaria en el pico, ánimas de mi linaje encaramadas en una barca con mascarón de sirena, viendo pasar un cometa.
Abrir la caja: solsticio de invierno en el verano de mis manos imprudentes.

Tomado de A flor de labios (plaqueta), Universidad San Nicolás de Hidalgo, Morelia, México, 2002.

Poemas y poetas canadienses

Françoise Roy: Cortarse la mano

No abras los labios si no estás seguro que
lo que ibas a decir es más hermoso que el silencio
Proverbio árabe

¿Qué habré de cortarme para romper tu silencio como un espejo, un velo de organdí que atraviesa un puñal? ¿Quién atraviesa? ¿El velo al puñal o el puñal al velo? Si te entrego mi mano izquierda, cercenada, en la palma de la mano derecha, ¿oirás el martilleo? Que te ensordezca entonces esa campana de cielo alto y mar profundo, ese gong de bronce muerto que golpea la puerta de tu oído al ritmo de mi no decir nada y tragarme lentamente las palabras, a la diestra de tu boca muda, para digerirlas en el cáliz de mis cuerdas vocales, veneno benigno, néctar indigesto del sonido que se comiera tu silencio.
¿Qué mano cortarme? ¿Qué lengua para no hablarte más? ¿Qué luz extender como pabellón rastrero en la larga greda de tu lejanía?

Poemas y poetas canadienses

Françoise Roy: Cuerdas de Falopio

Quien tiene un alma novel es señor de su señorío
Séneca

Con el fuego que respiré el día cero, te hice un rostro que comió mis entrañas, incendiando de paso las cuerdas de Falopio, alambres de un circo en llamas.
Aquel rostro empezó la ruta de la quemadura por el corazón. Pero no se comió mi dolor (pesar que germina en la centésima de milímetro que nos aparta del eje de coincidir empalmados en nuestra materia e inmateria). Lo dejaste intacto, virgen, páramo, rayo que al mar cayera, sin testigos, y la danza fúnebre es en mí oración nupcial.
No invoques más al daemon que me dice "vive" al matarme lento, ese reo encarcelado en la botella de mi cuerpo.
Cada segundo sin pensarte cerca es un líquido envenenado: circula de víscera en víscera, viajero en órbita interestelar, seguidor de caravanas secretas, caminante en la bruma de tu aliento cortado por nuestro destino.
Más allá del sonido, me late un alma nueva a partir del corazón que comiste. Ella palpita, yo me doy, y tú esperas la seña.

Poemas y poetas canadienses

Françoise Roy: Con tu dedo

Existe en nosotros varias memorias.
El cuerpo y el espíritu tienen cada uno la suya.
Honoré de Balzac

Lo has tocado con tu dedo. No tu dedo carnal. Tu dedo que nadie ve salvo tú que vuelas, sentado en la proa de esa alfombra de Dios donde se embarcaron contigo. Tu dedo que me apunta y me acusa de frívola.
Lo tocaste. No es mera protuberancia aquello que en mí estaba dispuesto a ser tocado, palpado, acariciado. Es un lugar. Un lugar donde existías mucho antes, antes del amor, antes de la vida carnal, antes de los sellos que viniste a romper con tu navaja alacránica, antes, antes, cuando en la semilla de un gesto de moribundo que acaricia a su amada en la coronilla, estabas tú contenido.

Poemas y poetas canadienses

Françoise Roy: Desbarrancarse

A veces, semiborrada, y contra lo que dejabas esperar, te abres. Se ve en ti una rendija llena de cosas oscuras y pesadas. Una rendija de versos, forma dilatoria de ese cartílago del alma que es la poesía.
Por máscara que parezcas, el camaleón está incompleto. Te veo mirar el sol con lupa, describir a golpe de flores el mundo animal, el vegetal, el mineral. Tus palabras son cascabelillos. La diéresis te parte en dos como un machetazo que deslinda tu todo en dos mitades: la negra y la blanca, la rumorosa y la muda, la umbría y el astro en su cenit.
Yo sí, vi el precipicio que guardas en el estómago, y sueltas, un paso adelante, como una alcancía que escupiera sus monedas por la ranura. Tienes la mano sobre mi hombro. Dulcemente estamos sentadas al borde del vacío, tú con tus canastas de bosques diminutos en la mano y los miembros que cercenas ocultos bajo la falda, yo con la espumosidad de mi boca, la cuerda floja de lo que sueño cuando el señor de la noche me ha bajado los párpados. Un empujón y soy pájaro.

Poemas y poetas canadienses

Margaret Atwood: Deseo: metamorfosis en emblema heráldico

Me estudio con cuidado
en mi menguante cuerpo
que es no obstante engañoso
como la piel de un gato:

seré, cuando me entierren,
más pequeña.

En mi piel se bifurcan las arrugas;
como el pelo o las plumas, sobresalen.

Mis nietos, en este salón,
inquietos en la sillas del domingo
con mi sordera, mi broche de camafeo
mi mente arrugada
que corre hacia sus viejos escondrijos

intenta imaginar cómo
tal vez

vagaré y entraré furtivamente
en una cristalina oscuridad
por entre estalactitas, con un nuevo
plumaje
sin correr
dorado y

Verde fuerte, mis dedos
torcidos y escamosos, mi

ópalo
sin
el brillo de los ojos.

Poemas y poetas canadienses

De «La energía de los esclavos» 1972: Poema de Leonard Cohen en español fácil de leer

Françoise Roy: Eternidad III

Yo, expectativa de trazo, animal invisible aullando sigiloso en la paciente mirada de la eternidad, inclino la tiara hasta comer y borrar su luz.
Fracturándose su dolor, los muertos caen como esos pájaros del antes. ¿Qué atuendo espera la noche en su sorbo, su fragor, su frente caída en el polvo? ¿Tomarán el pasado en sus manos equivocadas? ¿Qué viento, qué piedra tragarán? ¿Cómo reducirán ellos el trazo sobre el lienzo, con el viento de aquí, del hoyo, equivocando el solemne ahora?
Llénenme, que muertos, de paisajes de ahora.
¡Qué extraviados! ¡Qué detenidos! ¡Qué esmeril les desvanece el paciente rostro con su atuendo de pañoleta?
Habrá cómo: lo que pase recorrerá su boca, detenido.

Poemas y poetas canadienses

Françoise Roy: Fiereza acuática

El guerrero hiende el agua con su espada como una gran libélula que ameriza y no puede volver a levantar su vuelo parecido al nupcial. Crea violáceas salpicaduras que recaen con lancinante elegancia sobre la superficie dúctil del charco
Tienes un felino en la garganta: sabe nadar, es criatura anfibia. ¿Cómo se llama la habilidad de habitar a la vez el agua y el fuego, como es anfibio él que sabe morar en tierra firme y no firme? Nadie le ha puesto adjetivo, si te conociera nacería la necesidad de ese vocablo nuevo. Al felino, le pondremos tigre. Sus bigotes te sirven de cuerdas vocales. Guarda los embriones de felix pardo en la voz, la voz escrita de los versos. Atraviesa los aros de fuego que le tiendes como pájaro en desplome.
La cólera mueve las manecillas de tu reloj, tu clepsidra, tu calendario de números, boca abajo, al revés como los peces del último poema, el tictac de las aves que golpean contra los muros invisibles que constelan el aire.
Las lágrimas son igual de saladas que el mar, un mar muerto donde flotaría tu alma como nenúfar recién florecido con una boca de varios labios de terciopelo blanco.

Tomado de Si acaso hubiera, Ed. El Cálamo, Guadalajara, México, 2003.

Poemas y poetas canadienses

Françoise Roy: Filtro grana de no sangría

huella de un sueño no es
menos real que la de una pisada
Georges Duby

Milagrosa la no sangría póstuma que nos aplican los ángeles: deja en el alma una trasverberación, un balido de Dios en el oído.
Uno permanece quieto en la telaraña del silencio hasta que la memoria despierte como un lázaro menor.
Yo recuerdo un filtro de amor que alguien me vertía en la garganta: espeso, perfumado, guinda en su frasco de cristal esmerilado. Alguien que veo en sueños: camina en vilo y nunca descubre su rostro, pero tiene en la mano izquierda, del lado del corazón, una botella transparente donde brilla un suero del mismo color que las cerezas de otoño.
Sí, llegué al fin del sendero y el tiempo agotado me dibujó un puente de donde arrojarme al agua rancia de la muerte. Volteé y caí de nuevo, como pluma, a ese mundo donde yo te veo a ti con la mano izquierda vacía.
No sé si te pareces al del sueño: nunca me muestra sus facciones. Pero cada vez que me tocas, recuerdo un frasquito que encierra un mar diminuto. El mar donde se mece un oleaje grana que huele a cerezas fermentadas y dulces.

Poemas y poetas canadienses

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