Mordiendo la granítica quebrada
se yergue la casona solariega,
alba de sol, con la pupila ciega,
y su techumbre de ala ensangrentada.
Con rumores de espuma la cascada
sus vetustas murallas enjalbega,
y en luminoso tornasol despliega
su cola el pavo real de la cañada.
Su arquitectura colonial evoca
la altiva estampa de un hidalgo huraño,
que vivió preso en su cabeza loca.
Un Gran Danés en el portal bravea,
y se desborda el mugidor rebaño,
atropellando la silente aldea.
a Martha Beatriz
En Hanover este crepúsculo de invierno.
tu denudez consumada:
brasa blanca en el lecho.
Y la mirada que vuelve a gozarla
en la penumbra del deseo.
En la ventana
la nieve extendida
como tú en el sueño
absorta
como mis ojos sobre la página.
Lejos:
el grito de los niños
que resbalan por la colina
y el silencio y el pino
plantados
como un solo cuerpo
en el aquí y el ahora
donde no falta sino
la palabra digna
de tanto don tanta gracia.
Hay una Dolorosa que une las manos puras;
Una agria calavera de enigmática mueca;
Una ojival ventana que en limitar se obceca
El abrupto paisaje de perennes alturas
Un flagelo que sabe de piadosas torturas
Y en celestes abrojos las tentaciones trueca;
Una vieja clepsidra - dijerase una rueca
En donde hila la hermana muerte vidas futuras -.
Y una escultura, en fin de Cristo en el madero,
Símbolo del amor que tortura y redime,
Y separa la existencia: vía, verdad y luz.
El espíritu tiende a la ciencia sublime,
La voluntad persigue el divino sendero,
Mas el cuerpo se extingue clavado en una cruz.
El hombre es una creación de Dios,
un animal que sufre
que recuerda en un parque,
alimenta palomas huecas,
lleva la mano al bolsillo pelusa
confirma con las yemas
una mancha de cera
una carta amarga y el frío oscuro
del metal con el que desafiará a Dios
creación del hombre.
Poemas cortosPoemas y poetas bolivianos
¡Oh!
Cuando el sol cae como una inmensa
piedra que cierra el horizonte cada día,
cuando la luz se extingue lenta y la sombra
sale de los valles profundos,
vanguardia oscura de los ejércitos negros
de la noche que vienen a su
colosal parada de silencio,
cuando la tierra toma un rostro de asfalto
como un espejo para mirarse agonizante
bajo el desierto ceniza de las nubes,
inmóvil como una mano
una mano muerta,
mientras que la hora en todos los relojes
del mundo suena una misma
melancolía,
he aquí que yo, exprimido como una
esponja amarga bajo
el cielo que se desploma
no soy sino unos ojos donde se petrifica
toda tristeza,
un agua límpida que recibe acaso el
temblor de una esquila lejana,
sin ser cuerpo ni ser hombre,
sino una vaga niebla que piensa
y se funde y se aniquila y se esfuma
lentamente
cuando pasada la angustia de la hora
en que el universo duda su cambio
la noche extiende su túnica y cubre el
cadáver frío del horizonte derrumbado.
Cuando estés con una mujer.
Hazle el amor, no solo tengas sexo.
Dile que la amas, que estas loco por ella.
No solo la bese y entres de lleno.
Besa su cuerpo entero,
recorriendo sus rincones.
Reconoce con tus labios lo que la ropa
no deja ver.
Desea con todas tus fuerzas el poderla poseer.
Se amable y atento antes de hacerlo.
Para que así no haya remordimiento.
Se dulce y tierno para que casi este completo.
Pero sobre todo ámala profundamente,
por que amar es respetar,
Y al respetar comprender el porque de las cosas,
el porque de su entrega,
pues es solo su amor de verdad.
Poemas cortos de Adela ZamudioPoemas y poetas bolivianos
Amo mis huesos
su costumbre de andar rectos
de levantar un semicírculo
para abarcar el cielo
de encadenarse en filigranas diminutas
para favorecer el movimiento;
amo mis huesos con sus curvas
sus salientes
y sus cuevas profundas.
Si hubiera sido insecto,
también hubiera amado mis antenas
como amo ahora mis ojos con sus cuencas
y mis manos inquietas
y toda esta estructura
en la cual vivo
en la cual soy completa.
Y le doy gracias al discutido Dios
de creación perfecta o imperfecta
de existencia absoluta
o no existencia,
le doy gracias
en uso
de mi cuerpo y su esencia.
Al menos, comprendo su intención:
sé que era buena.
Sobre el himno del combate
y el clamor de los guerreros,
pasa un lento batir de alas;
se oye un lúgubre graznido,
y penetran los dos Cuervos,
los divinos, tenebrosos mensajeros,
y se posan en los hombros del Dios
y hablan a su oído.
Poemas cortosPoemas y poetas bolivianos
Ese barco era un árbol
y ahora
el mar piadoso
en cada ola le borra
el recuerdo de un pájaro.
Así, en cada amante,
al indefenso ausente
-sin rumor ni sangre-
rasgo a rasgo
el tiempo borra.
El tiempo, y el mismo amor
que -ávido de ser-
hunde su memoria en otra piel
ya un cuerpo en otro inmola.
Olvidar es morir
y renacer otra persona.
Poemas cortosPoemas y poetas bolivianos
polvo serán, mas polvo enamorado.
Francisco de Quevedo
La cercanía infranqueable entre sus cuerpos.
Un puente de miradas donde se cruzan
y se separan.
En sus labios:
un vaivén de palabras o de silencios
- no la lenta fragua del beso.
No el hondo goce
ni la dicha tersa
de las desnudeces enlazadas:
sólo el roce eléctrico
de los muslos que se adivinan.
Sólo el asombro de conocerse
en la esquina
de los tardíos encuentros.
Y el sueño donde quizá se poseen
al lado
de otro cuerpo que duerme.
Y el carbón del deseo
que ha de volverse sin duda
puro diamante
al precio de no haber sido nunca
los dos el mismo leño
la húmeda llama
en el lecho
de esta única vida.
Los poemas que nunca escribiré
se han convertido en humo
afirmativo y en volutas
que no desaparecen, se disuelven.
Blanco humo de las chimeneas
que contiene poemas de todos los colores.
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