Temas Poetas

Poemas y poetas austriacos

Georg Trakl: Para el joven Elis

Elis, el reclamo del mirlo en el bosque negro
señala tu ocaso.
Tus labios beben la frescura de la fuente azul en el roquedal.

Deja que tu frente sangre quedamente
remotas leyendas
y los oscuros indicios del vuelo de las aves.

Sin embargo marchas con leve paso por la noche
repleta de colgantes racimos purpúreos.
Y es cada vez más bello el moverse de tus brazos en el azul

Donde hace oír sus sones un zarzal
allí están tus ojos lunares.
Oh, cuánto tiempo hace, Elis, que estás muerto.

Tu cuerpo es un jacinto
en el que hunde un monje sus dedos de cera.
Nuestro mutismo, es una negra caverna,

de la que a veces sale un manso animal,
que cierra lentamente sus pesados párpados.
Corren gotas de un negro rocío por tus sienes

El oro final de estrellas que se extinguen.

Versión de Aldo Pellegrini

Poemas y poetas austriacos

Georg Trakl: Melancolía

Sombras azuladas y esos ojos oscuros
que al pasar me miran hondamente.
El sonido del otoño se acompaña con guitarras
y en el jardín se disuelve su ceniza impura.
Las pesadumbres sombrías de la muerte
preparan sus delicadas manos.
De pechos opulentos beben descarnados labios
y en la piel dorada del niño solar
ondulan húmedos sus rizos.

Versión de Helmut Pfeiffer

Poemas cortosPoemas y poetas austriacos

Georg Trakl: A un muerto prematuro

Oh, él ángel negro, que furtivo salió
del interior del árbol,
cuando éramos dulces compañeros de juego en la tarde,
al borde de la fuente azulada.
Nuestro paso era sereno, los ojos redondos
en la frescura parda del otoño.
Oh, la dulzura púrpura de las estrellas.

Pero aquel bajó los pétreos escalones de Mönschberg
con una sonrisa azul, y en la extraña crisálida
de su más tranquila infancia murió.
En el jardín quedó el rostro plateado del amigo
atento en el follaje o en las antiguas rocas.

El alma cantó la muerte, la verde corrupción de la carne,
e imperó el murmullo del bosque,
la queja febril del animal.
Siempre tañían desde torres
las azules campanas de la tarde.

Llegó la hora en que aquel vio sombras en el sol púrpura,
veladuras de podredumbre en el ramaje desnudo;
en la tarde, cuando en el muro crepuscular
cantó el mirlo,
y el espíritu del muerto prematuramente
apareció silencioso en la alcoba.

Oh, la sangre que fluye de la garganta del dios,
flor azul; oh, las lágrimas ardientes
lloradas en la noche.

Nube dorada y tiempo. En solitario recinto
hospedas con frecuencia al muerto.
Y caminas en diálogo íntimo bajo los olmos
bordeando el verde río.

Versión de Helmut Pfeiffer

Poemas y poetas austriacos

Georg Trakl: Al niño Elis

Elis, cuando el mirlo llame en el oscuro bosque
será tu ocaso.
Tus labios beben frescura en la pedregosa fuente azul.

Cuando tu frente sangre suavemente
olvida las antiguas leyendas
y el oscuro augurio del vuelo de los pájaros.

Pues tus leves pasos se adentran en la noche
cargada con los púrpuras racimos de la vid;
mientras el azul hace más bello
el movimiento de tus brazos.

Se escucha un espino,
allá donde vuelan tus dos ojos de luna.
Ah, hace cuánto tiempo que eres de la muerte.

Tu cuerpo es un jacinto
donde un monje sumerge sus dedos de cera.
Y una cueva sombría es nuestro silencio
de la que a veces surge un apacible animal.
Deja caer lento los pesados párpados.

Sobre tus sienes gotea un oscuro rocío,
el último oro de las estrellas extinguidas.

Versión de Helmut Pfeiffer

Poemas y poetas austriacos

Ingeborg Bachmann: Nueva

Sale del atrio celestial templado de cadáveres el sol.
No están allí los inmortales,
sino los caídos en batalla, oímos.

Y el esplendor no repara en la putrefacción. Nuestra deidad,
la Historia, nos ha dispuesto una sepultura
de la que no hay resurrección.

Poemas cortosPoemas y poetas austriacos

Rainer Maria Rilke: Ofrenda

¡Oh, cómo florece mi cuerpo, desde cada vena,
con más aroma, desde que te reconozco!
Mira, ando más esbelto y más derecho,
y tú tan sólo esperas... ¿pero quién eres tú?

Mira; yo siento cómo distancio,
cómo pierdo lo antiguo, hoja tras hoja.
Sólo tu sonrisa permanece como muchas estrellas
sobre ti, y pronto también sobre mí.

A todo aquello que a través de mi infancia
sin nombre aún refulge, como el agua,
le voy a dar tu nombre en el altar
que está encendido de tu pelo
y rodeado, leve, con tus pechos.

Poemas y poetas austriacos

Rainer Maria Rilke: Oraciones de las muchachas a María

Haz que algo nos ocurra. Mira
cómo hacia la vida temblamos.
Y queremos alzarnos como
un resplandor y una canción.

Querías ser como las otras,
que en el frescor se visten, tímidas;
tu alma quería que sus cantos
cansados de muchacha, en seda
florecieran hasta las lindes
de la vida. Pero en lo hondo
de lo enfermo tuyo, una fuerza
osó echar pámpanos: brillaron
soles, y se hundieron semillas,
y lo volviste como el vino.

Y ahora estás tú, dulce y saciada
como tarde, en nosotras todas;
y sentimos cómo caemos
y nos dejas sin brillo a todas...

Mira, son tan estrechos nuestros
días, y temeroso el cuarto .
de la noche; todas deseamos
desmañadas, la rosa roja.

Debes sernos suave, María,
florecemos desde lo sangre,
tú sola puedes sabe cómo
el anhelo hace tanto daño;

tú misma has percibido este
dolor de doncella en el alma;
tiene un tacto como de nieve
navideña pero está ardiendo...

De tantas cosas, nos quedó el sentido:
precisamente de lo suave y tierno
hemos sacado un poco de saber;
como de un secreto jardín,
como de un almohadón de seda,
que se nos ha metido bajo el sueño,
o de algo, que nos quiere
con ternura desconcertante...

Poemas y poetas austriacos

Georg Trakl: En la oscuridad

La primavera azul silencia el alma.
Bajo el húmedo ramaje del poniente
se hundió estremecida la frente de los amantes.

Oh, la cruz verdecida. En diálogo oscuro
se reconocieron hombre y mujer.
Junto al muro desnudo
camina con sus estrellas el solitario.

Sobre los senderos del bosque en claro de luna
reinó el desenfreno de cacerías olvidadas;
la mirada de lo azul
irrumpe de la roca derruida.

Versión de Helmut Pfeiffer

Poemas cortosPoemas y poetas austriacos

Georg Trakl: Pasión

Cuando Orfeo tañe la lira plateada
llora un muerto en el jardín de la tarde,
¿quién eres tú que yaces bajo los altos árboles?
Murmura su lamento el cañaveral en otoño.
El estanque azul
se pierde bajo el verdor de los árboles
siguiendo la sombra de la hermana;
oscuro amor de una estirpe salvaje,
que huye del día en sus ruedas de oro.
Noche serena.

Bajo sombríos abetos
mezclaron su sangre dos lobos
petrificados en un abrazo;
murió la nube sobre el sendero dorado,
paciencia y silencio de la infancia.

Aparece el tierno cadáver
junto al estanque de Tritón
adormecido en sus cabellos de jacinto.
¡Que al fin se quiebre la fría cabeza!

Pues siempre prosigue un animal azul,
acechante en la penumbra de los árboles,
vigilando estos negros caminos,
conmovido por su música nocturna,
por su dulce delirio;
o por el oscuro éxtasis
que vibra sus cadencias
a los helados pies de la penitente
en la ciudad de piedra.

Versión de Helmut Pfeiffer

Poemas y poetas austriacos

Ingeborg Bachmann: En la penumbra

De nuevo metemos los dos las manos en el fuego,
tú, para el vino de la noche largamente embodegada,
yo, para la fuente de la mañana, que desconoce los lagares.
Aguarda el fuelle del maestro, en quien confiamos.

Al sentir el calor de la preocupación, el soplador se acerca.
Se va antes de que amanezca, viene antes de que llames, es viejo
como la penumbra en nuestras tenues cejas.

De nuevo, él prepara el plomo en caldera de lágrimas,
a ti, para un vaso -se trata de celebrar lo desaprovechado-,
a mí, para el pedazo lleno de humo -este se vacía sobre el fuego.
Así avanzo hasta ti y hago sonar las sombras.

Descubierto está quien ahora vacile,
descubierto, quien haya olvidado el dicho.
¡Tú no puedes ni quieres saberlo,
tú bebes del borde, donde está fresco,
y como antaño, bebes y permaneces sobrio,
a ti aún te crecen cejas, a ti aún te contemplan!

Pero yo ya aguardo el momento
en amor, a mí se me cae el pedazo
en el fuego, a mí se me convierte en el plomo
que era. Y detrás de la bala
estoy yo, tuerta, segura del blanco, delgada,
enviándola al encuentro de la mañana.

Poemas y poetas austriacos

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