Temas Poetas

Poemas y poetas argentinos

José Antonio Cedrón: Abuelos (VII)

No quiero que lo traigan nunca quise.
Era lindo escucharlo conversar y reírse con el vino,
pero ahora no, no quiero que lo traigan
que paren el reloj, que amarren en los techos
a los perros amantes que dormían a sus pies.
Déjenlo como él quiso contar que era
cuando estuvo en sus anchos botines marineros
y sólo su cigarro le alejaba el cansancio con el
humo. Pero ahora no, no quiero oír que viene
que lo traen que ya está aquí, neblinas más arriba
al final de una historia que no fue completada
mientras el sol anuda entre raíces que abrazarán su
cuerpo, sol que pondrá noviembre a media asta
su nombre en el murmullo de las habitaciones.
Déjenlo que se duerma con la frente tranquila de
parientes, que se vaya a besar con sus piernas
huesudas a otra parte.
Nunca quise que vuelva que lo traigan lo vistan
le apaguen su cigarro, le salpiquen el cuerpo
con agua bendecida, que le echen cal inútil
en su espalda.
Nunca quise mezclarlo con gladiolos morados
con los muebles queriendo retornar
a sus antiguas marcas sobre el piso.
No quiero que lo traigan.
Déjenlo que la tierra lo espere hasta las lluvias
la vida de la tierra
para avanzar.

Poemas y poetas argentinos

José Antonio Cedrón: Abuelos (VIII)

Más tarde nos pusieron en la fila del medio
y esperamos el turno en los pañuelos
(a los que no podían le arrimaron la cara).
Quise pensar su piel como una fruta
como el rostro de Ana temblándome en la espalda
y no un pueblo perdido que se iba
apretado en el frío de sus manos.

Poemas cortosPoemas y poetas argentinos

Más acá o más allá: Poema de Ketty Alejandrina Lis en español fácil de leer

Acabenlache: Poema de Esteban Charpentier en español fácil de leer

Baldomero Fernández Moreno: Acabo de pasar, amor, por el correo

Acabo de pasar, amor, por el correo,
-chisporrotea el lacre, oscila la balanza-
es como un girasol de oro mi deseo
y como una ramita de espliego mi esperanza.

Aquí estoy con tu carta, al sesgo, en una mano
emboscado en esta sombría callejuela....
Tu carta, que es la última rosa de mi verano.
Déjame que la palpe, la sopese y la huela.

Poemas cortosPoemas y poetas argentinos

Marilina Rébora: ACATAMIENTO

He querido morir, Señor, pero he vivido
y confieso ante Ti mi aleve cobardía.
¿Qué dejo para aquellos semejantes que han sido
probados en dolor a punto de agonía?

Y por querer morir, Señor, he revivido
puesto que Tú dispones que pase al nuevo día,
retornada a mí misma, tras haber pretendido
ordenar mi existencia como si fuera mía.

Ya no habré de volver contra Ti aunque padezca
ni habré de lamentarme en la misma desgracia.
Si no es tu voluntad que mi vida perezca,
acepto de buen grado, Señor, tu santa gracia
y todos los misterios con que la tierra animas,
que para nuestro bien, lo que haces, estimas.

Poemas y poetas argentinos

Julio Leite: Aceite humano

Aquí
sobre la noche
y sus virtudes
deambulo
en estas líneas
pensando en tu prometido
cielo de caricias,
y ya no puedo escribir
tanta poesía
porque escribir poesía
es tratar de encontrarla
y yo
eterno navegante
de silencios,
triste habitante
del vacío y del miedo
al fin he hallado
la palabra.
Al abrazarte compañera
y sentir que te quiero
he encontrado el poema.

Poemas cortosPoemas y poetas argentinos

Esteban Charpentier: Acheronthia atropos

Ha llegado el tiempo de andar en poemas,
alguien ha dado la señal
de los últimos soles y las primeras lunas.
Voy a caer sobre ti como una bendición tardía.
Ya no soy yo el que va de tu mano,
el que te lleva de ojos.
Por eso digo que no me busques,
ni siquiera en la tristeza,
ya no estoy ,
y si me ves, si alguna vez me vieras,
mira si estoy a la altura de mis hombros,
o dentro de una canción ajena, pero mía.
Porque lo que faltó decir ya nunca vas a escucharlo.
Ya no aceptaré tus preguntas negras,
me vaciaré de vacilaciones.
De ahora en adelante,
cada día construiré una mañana,
después una tarde y por la tarde la noche.
De algo van a servirme
los mapas de las mujeres que tanto he escrito,
y mis sentimientos de pájaro
que lanza serpentinas rojas de sus pupilas.
Así llegaré andando hasta volar,
y transformarme al fin,
en una criatura alada
de circunstancias mínimas.
La acheronthia atropos,
"mariposa de la noche",
hijo del último sol y de la primera luna.

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Esteban Charpentier: Acta de constatación

Escribo estos versos a los tantos días
De un mes de invierno
Del año dos mil y algo
Mientras Sábato pergeña su último relato de amarguras
y Japón desaparece definitivamente
aplastado por un sismógrafo ruso
Y ahí lo tenés al tipo
Despojado de alabanzas y mesuras
Como quien te dice con un gesto
'tomá y hacelo'
sentado en el café
jugando con las estrellas en la mesa
dibujando en sus formas
la constelación del abasto
bizarra como su universo.
Ahí lo tenés
Jugando
Jugando a ser de nuevo el hombre perinola
Inventando una acrobacia de recuerdos
Con platos chinos
En la luna, como quien dice... la luna negra
Así por sobre el hombro
me le asomo
tiene en los ojos una manifestación de pobreros
que le piquetean las palabras
para nublarles la página
amarilla de pasiones.
Allí ha puesto lo que sigue
'Te escribo con alabastros en el suelo
una pregunta que te debía hace tanto
y que repite a cada rato mi cerebro
¿ es este el ceilo o el infierno?
No me contestes por favor
Estoy fingiéndote en estos días
de un mes de invierno
del año dos mil y algo
mientras...

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Baldomero Fernández Moreno: Adiós

Adiós la casa blanca que albergó un año entero
entre sus cuatro muros el amor verdadero.

Adiós campos extensos, polvorientos caminos.
Adiós los pobres ranchos de los pobres vecinos.

Adiós los trigos de oro, adiós verdes maizales,
las refinadas hierbas, los bravos pajonales...

Adiós toros y vacas, adiós caballos, yeguas...
El tren nos va a llevar a muchísimas leguas.

Sé que soy un ingrato, casa mía, al dejarte.
La paz que hube en tu seno no la habré en otra parte.

Más regalada mesa no la tendré en mi vida,
ni en noche más oscura la cama más mullida.

En vano me sonríe, tímida, la Esperanza.
La angustia que me oprime, ¡oh, casa!, es tu venganza.

Poemas y poetas argentinos

Alfonsina Storni: ¡Adiós! (Las cosas que mueren jamás resucitan)

Las cosas que mueren jamás resucitan,
las cosas que mueren no tornan jamás.
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda
es polvo por siempre y por siempre será!

Cuando los capullos caen de la rama
dos veces seguidas no florecerán...
¡Las flores tronchadas por el viento impío
se agotan por siempre, por siempre jamás!

¡Los días que fueron, los días perdidos,
los días inertes ya no volverán!
¡Qué tristes las horas que se desgranaron
bajo el aletazo de la soledad!

¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas,
las sombras creadas por nuestra maldad!
¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que así se nos van!

¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!...
-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!...
¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,
corazón maldito que inquietas mi afán!

¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!
¡Adiós mi alegría llena de bondad!
¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que no vuelven más! ...

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Enrique Molina: Adiós

Un día más, sólo un minuto más, para estar vivo
y despedirme de cuanto amé.
Para decir adiós a las cosas que vi y toqué mientras moría
desde el instante mismo en que nací.
Y vino el niño con el premio que sacó en el colegio por su
sabiduría,
y el ala de la gaviota golpeando en lo infinito con su vuelo,
vino la cabellera derramada y el rostro de la misteriosa
mujer que estuvo a mi lado, en el lecho, sin que yo lo supiera,
y el río con su lenta corriente musculosa
a través de cada mueble, cada objeto y cada gesto
de quien me ve parir, ¡oh Dios mío!

Un instante más aún en el suelo que pisé,
en el aire de mi respiración
sofocada por el amor, en los vestigios de la pasión,
con cuanto -mosca o sol- me deslumbró en este extraño
planeta, donde perdure año tras año, presintiendo
este límite de espumas, este revuelto torbellino
de la despedida, yo, que tanto fui deslumbrado
por centelleante atracción de la tierra,
por cuanto fue caricia o solamente un espejismo del mundo
es mi destino.

Así, pues, despidiéndome de los caballos, de la canoa,
los pájaros, el gato y sus costumbres. Déjame
una vez más mirar las flores y la lluvia. Es éste
el trágico instante en que uno descubre
el delirio misterioso de las cosas, sus raíces secretas,
el instante supremo de decir adiós.
a cuanto se adoró en esta vida.

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Amado NervoFederico García LorcaGabriela MistralGustavo Adolfo BécquerJorge Luis BorgesLuis de GóngoraMario BenedettiOctavio PazPablo NerudaRosalía de CastroSan Juan de la CruzSor Juana Inés de la Cruz